Con este objetivo, Obama se adentra en tierra no conquistada. Otros Gobiernos previos, en particular el de Bill Clinton, quisieron acometer la reforma de un sistema que deja sin cobertura sanitaria a más de 47 millones de personas, pero fracasaron estrepitosamente.
El presidente estadounidense quiere aprovechar su gran popularidad –en torno al 67%– y el reconocimiento entre la población de necesidad de reformas para afrontar la crisis económica para acometer el proyecto.
A su juicio, esta reforma no sólo es “un imperativo moral, es un imperativo fiscal”.
En su discurso al inaugurar la cumbre, Obama advirtió que los altos costes del sistema sanitario presentan “la mayor amenaza contra la salud fiscal” de EEUU, que para este año prevé un déficit de 1,8 billones de dólares.