“Tengo 79 años y de que a mi padre le fusilaron me he concienciado ya de muy mayor”. Es el caso de Antonia Parras, hija de uno de los muchos jornaleros asesinados en Andalucía durante el franquismo, uno de los muchos casos por los que hoy, tras ochenta años, aún no se ha hecho justicia. El testimonio de Antonia es uno de los que conforman el vídeo que acompaña la exposición
El ADN de la Memoria: fosas del franquismo semillas de memoria, donde treinta y ocho familias han roto el silencio guardado durante los últimos ochenta años. Desgarradores testimonios que narran historias de jornaleros, de militantes de sindicatos o partidos propagadores de ideas contrarias al régimen, de defensores de la república o de soñadores del progreso. Historias de personas a las que mataron por defender sus derechos o pensar diferente a lo dictado. Personas a las que aún no se ha hecho justicia porque, como muestra el testimonio de Antonia, es una realidad que se ha intentado silenciar, una especie de trauma social que impide que se hable con libertad.
Con el fin de hacer justicia y romper ese silencio han organizado desde la asociación esta exposición, visible hasta el día 25 en la Facultad de Comunicación de Sevilla. El objetivo, como explica la presidenta de Nuestra Memoria Paqui Maqueda, es doble: “Por una parte mostrar que, después de ochenta años, hay personas que siguen todavía en las cunetas, desaparecidas, lo que muestra que en España hay delitos de lesa humanidad”, por otro, “visibilizar el trabajo de las asociaciones y de los familiares de víctimas, que ni los hemos olvidado ni vamos a permitir que este país y esta democracia sigan para adelante sin aplicar la verdad, la justicia y la reparación a los crímenes franquistas”.
“La fotografía es un arma muy potente”, señala Maqueda, quien también, como familiar de víctimas desaparecidas, aparece en una de estas treinta y cuatro fotografías. Treinta y cuatro fotografías sobre fotografías pues estas víctimas, verdaderos protagonistas, aparecen en pequeños y antiguos retratos que ahora sujetan con fuerza sus hijos, sobrinos, nietos e incluso bisnietos en señal de apoyo, familiares que militan todos en las filas del movimiento memorialista.
Además, todos los retratos han sido realizados de manera altruista por un colectivo de fotógrafos que han sabido captar a la perfección no solo la impotencia que estos familiares sienten tras las trabas impuestas por el Gobierno, sino también el cariño y el orgullo que sienten por sus antepasados. La fotoperiodista y coordinadora del evento, Laura León, reconoce que ha sido un trabajo gratificante porque “fue como un regalo hecho por todos, la familia te abría sus casas y tú llegabas con tus medios para plasmarlo porque no pudimos denunciar el golpe de Estado pero ahora si podemos demostrarlo”.
El último escenario es la Facultad de Comunicación de Sevilla que, en su planta baja, acoge hasta el día 25 de noviembre treinta y cuatro caballetes con sus correspondientes retratos e historias. Muestran miradas que hablan por sí solas e historias reales que verdaderamente emocionan. Por ello la exposición va de un lugar para otro desde su inauguración en el mes de abril, por ello la van a llevar fuera de Andalucía, a lugares como Castuera (Badajoz), Pamplona, Barcelona o Madrid, porque, como señala Maqueda lo consideran “un deber de amor con el familiar y con el país que tiene que enfrentar estos delitos” y porque desde Nuestra Memoria están convencidos de que esta batalla de memoria y dignidad la ganarán.