La revista Hola las define como “las hadas madrinas del siglo XXI”. Son las wedding planners, un concepto importado de Estados Unidos, que hace que las parejas de novios se olviden del estrés que supone organizar una boda en una sociedad en la que el tiempo libre comienza a ser un lujo difícil de administrar.
Se trata de, normalmente, mujeres que llevan adelante su propia empresa, y se dedican a materializar cada cosa que a los novios se les ocurre, desde los detalles mas insignificantes hasta el tema más complicado de conseguir para su cita con el altar.
Carmen Polo (Gerena-Sevilla, 1989), se sienta cada día delante de su ordenador y su agenda y, con meses de antelación, prepara todo para que el día de la boda nada quede a la improvisación. “Somos la mano derecha de los novios en un día tan importante para que sólo tengan que preocuparse de disfrutarlo”, sobre todo porque “es una faena delegar responsabilidades de un día así a tus seres más queridos, cuando ellos deberían ser los segundos en más disfrutarlo”.
No es sólo organizar cosas o hacer llamadas. Las bodas son una gran coreografía en las que todo está calculado, ya que “cumplir el timming -el guión previsto- es algo que nos preocupa, pero hay que ser coherentes, y tener capacidad de reacción para ir recoordinando en el día D según vaya aconteciendo”.
Por eso, la celebración no es más que otro paso en el trabajo de estas profesionales, que cada vez son más necesarias en el día a día.
Desde una orquesta hasta un botiquín
Desde la contratación de la orquesta al banquete, pasando por un botiquín o un costurero, el trabajo de las organizadoras de boda tiene mil matices desconocidos en su gran mayoría.
“Supone una gran responsabilidad”
“Ser wedding planner profesionales conlleva mucha responsabilidad, tanto económica como emocional, y hace falta, capacidad de reacción ante imprevistos y mucha empatía”.
