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Sevilla

Memoria de Manuel Barea Ginés, empresario ejemplar

El escritor Antonio Burgos le dedicó un artículo periodístico al babi de Manuel Barea Ginés, como símbolo del comerciante, del tendero clásico de los barrios sevillanos, ya en desuso generalizado desde los años setenta...

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  • El establecimiento -

Recordamos a uno de esos hombres que desde la humildad, el trabajo y el talento, escribieron páginas honrosas para el empresariado sevillano. Nos referimos a Manuel Barea Ginés (Villamartín, Cádiz, 1910-Sevilla, 2002), comerciante y creador de un imperio empresarial en el sector de alimentación, que de una modesta tienda de comestibles en 1942 ocupa el quinto lugar por el volumen de sus ventas desde mediado los años ochenta del pasado siglo. Llegó a Sevilla en 1928.

El escritor  Antonio Burgos le dedicó un artículo periodístico al babi de Manuel Barea Ginés, como símbolo del comerciante, del tendero clásico de los barrios sevillanos, ya en desuso generalizado desde los años setenta. Un artículo que Manuel Barea enmarcó y colocó en su despacho, muy austero, donde un crucifijo, una fotografía de su madre y un cuadro de Sor Ángela de la Cruz, tuvieron siempre primacía, junto a la imagen gráfica del Cristo de Burgos, de cuya Hermandad fue hermano mayor y a la que estuvo vinculado desde la apertura de su primera tienda, el día 6 de junio de 1942, en la calle Imagen número 14. 

Manuel Barea le contó al periodista Manuel Ramírez Fernández de Córdoba, en diciembre de 1989, que el mismo día que abrió su primer establecimiento, se presentó el calentero de la calle con la hoja de inscripción y ahí comenzó su vinculación con una Hermandad a la que sirvió durante toda su vida.

La tienda de la calle Imagen número 14 tenía dieciocho metros cuadrados, tres de fondo y seis de fachada. Poco tiempo después se trasladó a la plaza de la Encarnación, y después del ensanche a la plaza Ponce de León, y a la calle Escuelas Pías, y a la Macarena. En cada traslado había ampliación del negocio, más actividades, hasta instalarse en el Polígono de la Carretera Amarilla donde inicialmente ocupó quince mil metros cuadrados. Pero no paró ahí y Manuel Barea extendió su negocio de alimentación a otros mercados, principalmente a las provincias de Cádiz, Huelva, Málaga, Granada y Badajoz, y al Campo de Gibraltar. La empresa matriz está registrada como Manuel Barea Sociedad Anónima, de la que dependen Cash Barea y otras filiales. Con un personal total que supera las doscientas cincuenta personas, es desde mediado los años ochenta la quinta firma sevillana por ventas, con una facturación que supera los quince mil millones de pesetas anuales.

Manuel Barea nunca olvidó sus modestos orígenes, y tampoco practicó con sus familiares y empleados el consejo, sino el ejemplo, que siguieron sus hijos y nietos. Mientras tuvo salud fue el último en salir del despacho y aportó su sabiduría y experiencias sin hacerse notar. Cuando los empleados le dedicaron un homenaje, la placa incluyó las tres razones por las que se había ganado el cariño, respeto y admiración de sus gentes: Constancia, humanidad y honradez.

Manuel Barea Ginés siempre dijo que el único misterio de su éxito era sacarle al día veinticinco horas. A fuerza de constancia, trabajo y honradez, más su talento natural, de los dieciocho metros cuadrados de la tienda de la calle Imagen pasó en los años ochenta a quince mil metros cuadrados en el Polígono de la Carretera Amarilla.

Su hijo Manuel Barea Velasco aprendió de su padre y siguió su mismo comportamiento, manteniendo la expansión de la empresa y adaptándose a las nuevas circunstancias mercantiles. Puede afirmarse que Manuel Barea Sociedad Anónima es un paradigma de empresa familiar.

 

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