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Viernes 19/04/2024  

Sindéresis

El infierno en la tierra

En Andalucía, concretamente, no es que no se intente combatir este tipo de ganadería, es que se incentiva

Publicado: 16/01/2022 ·
21:42
· Actualizado: 16/01/2022 · 21:42
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Animales nacidos para parir en un cajón rebosante de sus propios excrementos y traer al mundo a otros animales que no saldrán del cajón, serán cebados e inflados con antibióticos para impedir que se mueran de pura insalubridad, mientras las bacterias que los atacan se hacen más listas a cada nuevo antibiótico al que sobreviven, y esperan la oportunidad de dar el salto hacia la invasión de la especie más extendida e insalubre sobre la faz de la Tierra: la humana.

La ganadería intensiva es un laboratorio experimental del infierno. Los animales son sacrificados colgando de una pata y eviscerados mientras chillan, y yo me pregunto qué tipo de consecuencias psicológicas debe tener eso en las personas que trabajan en las factorías de carne. La orina y las heces, las heces y la orina, no se distribuyen por el ancho campo en forma de abono, sino que se vierten en concentraciones insostenibles para las aguas subterráneas, orina y heces que, con suerte, serán de animales sanos, pero que, en muchas ocasiones, pertenecen a animales que portaban una de esas bacterias, o virus, más inteligentes que la ciencia.

Se contaminan los regadíos y se contamina el futuro. Se contamina el aire porque no se deja salir a los animales a pastar y todas esas toneladas de comida deben ser transportadas por tierra, mar o aire, en la mayoría de las ocasiones de campos de cultivo muy lejanos. Miles de animales que podrían estar desbrozando el campo y viviendo a la intemperie, llevando una vida animal al menos hasta que les llegase la cruel hora, viven y mueren bajo techo, encajonados y chillando sobre sus doloridas patas que casi no aguantan su peso, porque son cebados mucho más allá de la natural. Su carne es mala para el consumo. Está atiborrada de fármacos, de toxinas propias del sedentarismo y de las hormonas que se liberan cuando uno muere con pánico. El modelo de negocio es malo para el territorio, lo despuebla porque utiliza mucha más maquinaria que personal y, además, arruina a las granjas colindantes y envenena los campos de cultivo cercanos, haciendo que la gente deba huir a las ciudades a pegar sellos o hacerse mensajeros de Amazon, o transportar carne sacada del infierno.

En Andalucía, concretamente, no es que no se intente combatir este tipo de ganadería, es que se incentiva. Este es el modelo de civilización del PP, que ha defendido el PSOE durante una semana crucial de campaña, en la enésima cagada de los asesores socialistas que no saben ni a qué están jugando; como para mover ficha. Este es el nivel. A esto es a lo que nos enfrentamos, y no porque la derecha crea en ello, dado que la gente del partido más corrupto de Europa no cree en nada, sino por el simple hecho de que son unos vendidos, unos siervos del poder, los criados de los señores del mal. Al final, por empatía y por mera supervivencia, van a conseguir que las heroicidades de las lanchas del Rainbow Warrior se transformen en otra cosa con otro nombre, porque es el último paso que necesitan de nosotros los señores del mal, convertirse en víctimas, que sus macrogranjas sean lugares estratégicos defendidos por fuerzas antiterroristas y que, con el paso de los años, se acaben venerando como altares de la libertad. Porque la derecha, a su paso, deja gritos, charcos de sangre y borrones en la memoria.

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