“En la película, en el equipo, convivíamos agnósticos, ateos, musulmanes, cristianos, judíos, y todos teníamos que levantarnos por la mañana y hacerla”, relató Amenábar junto a La Croisette sobre el rodaje del filme, que se hizo en la isla de Malta.
“El ágora en el fondo es esto: es el planeta en el que tenemos que convivir todos”, completó el director español nacido en Chile y quien aseguró que su filme, exhibido fuera de competición en Cannes, denuncia “que, cuando para defender tus ideas tienes que usar la violencia, te conviertes en un insecto”.
Ágora, un “peplum” situado en la Alejandría dominada por las tensiones entre cristianos y judíos durante la decadencia del Imperio romano, plantea en largometraje (141 minutos) el conflicto entre la razón y la intolerancia.
La película “cuenta el momento en el que los cristianos comienzan a ser perseguidores”, lo que aleja la propuesta del cineasta del tratamiento habitual de los primeros seguidores de Jesús en los convulsos años del declive de Roma en su imperio oriental.
Protagoniza la película la actriz británica Rachel Weisz, quien interpreta el papel de Hipatia de Alejandría, una mujer que, hace 1.700 años, buscó la explicación al movimiento de la Tierra y del Sol y que fue precursora de Galileo y Copérnico y murió descuartizada en medio del conflicto entre paganos, cristianos y judíos.
Amenábar explicó que decidió incluir tomas aéreas de la reproducción de Alejandría en decorados y con imágenes creadas por ordenador en las que los personajes parecen moverse como hormigas y a ritmo acelerado porque opina que la violencia adquiere así un sentido “absurdo”, que le interesaba destacar.
Reconoció que el título del filme, Ágora, le parece ahora “el único posible y lo que más ha costado en la película”.