El adjetivo “histórico” ha perdido buena parte de su valor en los últimos años, de tanto usarlo. Los titulares están plagados a diario de hazañas “históricas”, visitas “históricas”, conquistas “históricas”, resultados “históricos”, jornadas “históricas”, encuentros “históricos”, campañas “históricas”, temperaturas “históricas”..., en correspondencia con cierto empeño por convertir en extraordinario lo que no pasa de relevante. A la provincia de Cádiz, que por mera necesidad inventó el concepto “demanda histórica”, le tocará una vez más rebelarse contra la adversidad si no quiere verse condenada a perderse en la irrelevancia de sus reivindicaciones ante tanto intrusismo... “histórico” -por supuesto-: el corredor ferroviario, el nudo de Tres Caminos, el fin del peaje, la apuesta por la industria naval, los planes de empleo, el desdoble de la Arcos-Antequera, la ampliación del aeropuerto...
De ese listado se cayó hace cuatro años el segundo puente de Cádiz: otra demanda histórica, y puede que no de las más prioritarias, pese a lo cual el Ministerio de Fomento decidió destinar al proyecto una inversión de 288 millones de euros que, finalmente, se elevó hasta los 510 millones; un sobrecoste que acallamos con golpes de pecho y orgullo patrio -el segundo puente atirantado más grande del mundo y una obra de ingeniería colosal que situaba a España en el escaparate internacional como referente de excelencia en materia de obra pública-. Sólo un inciso: entre julio y agosto del año pasado lo usaron a diario unos nueve mil vehículos, mientras que por el de Carranza lo hicieron once mil.
Del listado de “demandas históricas” estaba previsto tachar en el corto medio plazo la correspondiente al aeropuerto de Jerez, que no tiene nada que ver con su nombre, sino con su ampliación. Sin embargo, la inversión estimada dentro de su plan director, en torno a los 55 millones de euros, ha hecho saltar la alarma de la Comisión Nacional de la Competencia, que ha puesto en duda la necesidad de seguir adelante con el proyecto ante las “estimaciones conservadoras” que ha realizado la propia AENA sobre el tráfico aéreo que podría asumir el aeródromo de La Parra y, en consecuencia, sobre la rentabilidad de la operación, que podría implicar un largo periodo de amortización tal y como han puesto de manifiesto las ruinosas experiencias registradas en Ciudad Real o Murcia.
En este sentido, el informe de Competencia no implica dar carpetazo al proyecto, pero sí exige que se le rebata con argumentos tan convincentes como los que ellos aportan en su documento. Hemos llegado a un punto en el que no basta con rasgarse las vestiduras, asumir la condición de víctima y, de paso, ver las posibles compensaciones políticas de las que pueden beneficiarse algunos partidos en virtud de un posible fracaso -el éxito siempre será compartido a partes desiguales-, sino que hay que dar sentido y solidez a los espacios en blanco en los que el plan director ha sido incapaz de profundizar, pese a evidencias tan contrastadas como el predominante uso turístico que tiene el aeropuerto de Jerez y como puerta de entrada a la provincia del turista internacional.
De hecho, como apunta en su información nuestro compañero Francisco Aleu, “las oscilaciones en su número de pasajeros es siempre mayor a la que registran el resto de aeródromos de la red de AENA por su carácter eminentemente turístico”. Por contra, también hay datos que reflejan que sigue a un 50% de su capacidad actual en número de pasajeros y también en la referente a operaciones por hora. Pero, por ese mismo motivo, “una provincia que depende en buena medida del turismo, necesita abrirse a nuevos mercados para salir a flote”, y esa opción pasa por las rutas transoceánicas o de largo recorrido, cuyas aeronaves precisan de una pista de mayor tamaño para poder aterrizar.
Tal vez 55 millones, de los que más de 42 son sólo para los 900 metros de pista, parezcan una barbaridad, pero no tanto frente a los 510 del segundo puente de Cádiz, y menos aún de cara al beneficio de la industria más pujante en este momento de toda la provincia de Cádiz, a la que cuesta poco imaginarse escuchando cantar a Sinatra Fly me to... Jerez.