Irene Villa es periodista, escritora y esquiadora paralímpica, pero mucho antes de convertirse en todo eso entró de lleno en nuestras vidas como una de las supervivientes del terror y del horror de ETA. Este viernes recibió en Jerez la medalla de la Asociación Santo Ángel de la Policía Nacional tras una semana en la que tuvo la oportunidad de presentar en San Fernando la reedición de su libro autobiográfico Saber que se puede.
¿Qué mensaje es el que pretende trasladar con su libro?
—Son muchos. Cuento mi vida y abro mi corazón, sin tapujos, sin complejos, para ayudar a otros a superar sus dificultades. Pero el mensaje principal se basa en el amor. Por muchas tragedias a las que te enfrentes en la vida, si tienes amor, sobre todo hacia ti mismo, puedes superarlas. Yo tuve que aceptarme como era. Mi cuerpo cambió radicalmente cuando tenía 12 años -perdió dos piernas y varios dedos de una mano a causa de un atentado con bomba de ETA en 1991-. Mi madre me decía que iba para modelo porque era todo piernas, y fue mi madre la que apareció en ese momento para ayudarme y la que me animó para tirar para adelante. En el libro comparto mi experiencia por lo ocurrido, pero también después del atentado tuve que pasar por cosas más duras, a causa de las operaciones y de una lesión gravísima que sufrí esquiando en Sierra Nevada, aunque fue el deporte el que me cambió la vida. La vida es una montaña rusa y uno no se puede relajar, porque la lucha no acaba nunca. Por eso he seguido escribiendo un diario que es el que me ha permitido ampliar el libro en esta nueva edición, en la que ya hablo de mi matrimonio en 2011, del nacimiento de mis tres hijos, de mi último embarazo, que no pudo ser, de mi encuentro con el Papa Francisco. No solo hay que superar la discapacidad en la vida, sino muchas cosas más.
¿Escribir el libro se ha convertido también en una terapia para ti?
—Lo hice para ayudar a otras personas. Yo no necesitaba esa catarsis. Escribir el libro fue un acto de amor, de compartir mi experiencia, de mostrar que se va paso a paso sin dejar que las heridas terminaran de cicatrizar sin sanar. Son etapas de dureza, porque la vida es dura, pero merece la pena vivir, luchar. Yo me niego a criar a mis hijos entre algodones, no hay que sobreprotegerlos porque los haremos más débiles en el futuro. Quiero fortalecerles emocionalmente, comprometerles socialmente. En Jerez hemos estado en Universo Santi y mis hijos han conectado con las personas que estaban allí trabajando.
Usted dice que ha perdonado, pero no ha olvidado...
—No porque es tu historia, tu vida, y la memoria es importante. No hay que estar enquistado en el dolor y el sufrimiento porque lo arrastras toda tu vida. El perdón te permite romper el vínculo con quien te hizo daño. No se olvida, pero lo ves todo de otra manera. Hay que convivir con la pérdida, pero que no sea un freno en tu vida, porque ganan los terroristas.
¿Cómo recibiste la noticia de la disolución de ETA? ¿Esperabas más?
—No esperaba nada. Lo que esperaba es que dejasen de matar, y eso fue en 2011, el año en que me casé y cuando prescribió nuestro caso. Para mí fue ya historia desde 2011 y que lo siga siendo, espero no tener que despertarme nunca más con un atentado. La disolución no significa nada para mí. Me limité a mandar mi cariño y mi fuerza a todas las víctimas de cualquier tipo de terrorismo. Más que dar protagonismo a los terroristas hay que dárselo a las víctimas, y seguir sintiendo el cariño de las víctimas, que es maravilloso, como me ocurre cuando vengo a esta provincia.
¿Qué le ha parecido el anuncio del Gobierno de acercar presos de ETA al País Vasco?
—Yo dejé de opinar sobre esta cuestión en 2011. Mi lucha terminó entonces. Lo único que pido es que lo que se tenga que hacer que se haga por consenso, pero ya no opino. Estuve 20 años luchando contra el terrorismo, manifestándome ysaliendo escaldada a veces. No soy política ni perteneco a ningún partido. Solo pido a los partidos que apuesten por el sentido común, la democracia, la libertad, el compromiso, la concordia... eso lo tienen que defender todos. Por eso no me caso con nadie. Dejé el testigo a otras víctimas.
Pero hay ya enfrentamientos políticos por este asunto...
—Yo ya dije que se peleen los que se tengan que pelear y luchar por los derechos de todos. Yo tengo bastante con mi labor. Lo que roce la política ni lo toco.
Hablas de los momentos en los que la vida da un vuelco inesperado, y dices que se puede salir, ¿qué mensaje trasladas a las personas que se encuentran ante una situación similar?
—Mira. Ayer estuve en un centro de personas con daño cerebral adquirido y tienen un lema que me encanta: Una vida salvada merece ser vivida. Los que nos hemos quedado, somos los afortunados, los elegidos. Tenemos que luchar y hay dos opciones de ver la vida, como una condena o una injusticia, o como un regalo maravilloso lleno de luz, paz y gente que colabora. Y en España somos más de este bando positivo. Andalucía es súper solidaria. Por qué no vas a luchar. La vida es un regalo fugaz, así que disfrútala.
¿Hay diferentes etapas para asumir esa realidad?
—El duelo es ineludible. No hay luz sin sombras. Lo maravilloso de la vida se disfruta cuando has estado en un pozo. Todo pasa para que aprendamos algo y conocer tu nuevo yo interior. Hay que superar la pérdida utilizando esas herramientas interiores que aparecen cuando la realidad terrorífica te lo demanda y que no sabes que tienes. Si no hubiese sufrido el atentado, a lo mejor no hubiera tenido una vida con tantas alegrías y recompensas.
Has dicho que tu madre fue el motor de tu cambio, ¿cuánto tiempo tardas en ese proceso para cambiar?
—Todo es un click y dar un salto cualitativo. Durante un tiempo te dedicas a autocompadecerte, a condenar a los asesinos, hasta que de pronto salta un click en tu pensamiento, en tu cabeza, pero tú debes dar ese cambio, por mucho que la gente te diga. Lo ves claro. Llega el momento de dar el salto.
¿Crees que España está al nivel de otros países a la hora de destinar recursos a personas que están en una situación similar a la tuya?
—Recuerdo que la primera vez que viajé a Estados Unidos me encontré con que no había ni una barrera arquitectónica, mientras que en Madrid yo no podía ir al cine o a la discoteca sin que me ayudaran. Pero se ha avanzado mucho en todos estos años, y tenemos cosas maravillosas, como los servicios adaptados en las playas para disfrutar del mar. En este tiempo he visto que se ha dado un cambio brutal. Esquío, hago el descenso por el Sella, he hecho el Camino de Santiago, todo está adaptado.
En Jerez tenemos recientemente el caso de Aitor, un niño de 9 años que ha perdido parte de una pierna en un accidente por culpa de un conductor borracho que lo atropelló, ¿qué mensaje puedes enviarle?
—Más que a él, a sus padres, ya que tienen una responsabilidad enorme para ayudarlo en la rehabilitación. Pero a Aitor le diría que tiene toda la vida por delante, y que tendrá una prótesis futurista, no como las que me pusieron a mí al principio. Volverás a jugar al fútbol, y podrás hacer lo que quieras.