Los políticos piensan que lo que todo el mundo ve, no hace falta estar señalándolo con el dedo. Si nos omiten datos es por piedad, para no añadir más pesares a nuestra vida cotidiana
Hace tiempo que llueve. En Jerez más que en otros sitios, ya nos hemos dado cuenta. Aquí mucha gente, que no ha leído los libros de Alex Rovira, ha puesto en práctica sus máximas de "túimagínate, en el peor de los casos, que lo hayas perdido todo". Lo que no sé es si coinciden con él en su conclusión de "verás como no es tan terrible". Porque una cosa es poner eso en un libro y otra experimentarlo. No creo que nadie haya coincidido con él en la mesa de un comedor social o en una cola de recogida de alimentos, lo mismo los ha visitado para documentarse. Donde sí se le ve es en unos congresos sobre la buena vida, se han puesto de moda. Se hacen en fines de semana, en buenos hoteles, son sobre el optimismo. De qué iban a ser si no.
El optimismo está bien, se vende hasta en libros. El pesimismo agobia. ¿Por qué la oposición se empeña en que la Junta muestre sus cuentas? ¿Por qué quiere que aparezca en titulares que la Junta está quebrada? ¿No están arruinadas también Cataluña y la Comunidad Valenciana? Los políticos piensan que lo que todo el mundo ve, no hace falta estar señalándolo con el dedo. Si nos omiten datos es por piedad, para no añadir más pesares a nuestra vida cotidiana. Ellos prefieren entusiasmarnos con los discursos electorales, qué ilusión cuando dicen las cifras de empleos que van a crear. En voz bien alta, haciendo retumbar los auditorios, bien entrenados, como si fueranlos niños de San Ildefonso cantando la lotería.
Hay tanta esperanza en esos mítines que dan ganas de quedarse para siempre en campaña electoral. Nos ofrecen futuros como para ponerlos en posters y colgarlos encima de la cama. Así podríamos verlos al acostarnos y al levantarnos, todos los días, siempre, no sólo hasta que los que se presentan se sienten en sus sillones. Porque de alegres pintores de la realidad pasarán a ser sastres con grandes tijeras que nos cortarán trajes a la moda alemana, estrechitos, estrechitos, para que salgamos guapos en la foto europea.
¡Ay, los alemanes! Cómo aceptaron la crisis con optimismo, acogiendo con los brazos abiertos nuestros euros, directamente de nuestros bancos a los suyos, cuando aquí nos convertimos en unos mustios, con un montón de edificios en esqueleto. Hasta a los sirios los dejan entrar con alegría y como son ordenados, lo hacen por orden de estudios superiores, ingenieros, médicos, informáticos, arquitectos. Vayan pasando, los que queden entrarán en los cupos de los demás países.
Ahora que nosotros catastrofistas no, a optimistas no nos ganan, nosotros inventamos el optimismo vacío y sin motivo y lo inmortalizamos en refrán: el que no se consuela es porque no quiere.