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Detrás de un objetivo: Abdullah Sadaqat, Afganistán

Abdullah tuvo que huir cuando los talibanes invadieron Kabul, dejando atrás su cámara de fotografía. Ahora, acaba de exponer una muestra en Jerez

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Abdullah Sadaqat con su nueva cámara en Jerez.

Cae la tarde en la montaña y un joven Abdullah asciende con su cámara por el terreno pedregoso próximo a los imponentes huecos donde durante siglos se elevaban, a decenas de metros sobre el suelo, los famosos Budas de Bamiyán. Los talibanes ordenaron su demolición en marzo de 2001, dejando dos enormes cavidades donde antes se encontraban dos de los grandes tesoros declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Una cámara proyecta, a modo de homenaje, la imagen holográfica dorada del buda sobre su silueta original. Hace bastante frío, las temperaturas en Bamiyán pueden llegar a bajar a -25º en invierno, pero a Abdullah no le importa porque no hay nada que le haga más feliz que hacer fotos. Lleva su inseparable cámara al cuello y busca los mejores ángulos para fotografiar la zona de los budas y también el hermoso cielo nocturno que se comba sobre el valle como una cúpula colmada de estrellas. En ese momento, un guardia se le acerca gritándole y le pega una bofetada.

«Todavía me duele cuando me acuerdo. Estaba prohibido estar fuera a partir de las diez de la noche porque había talibanes, así que la policía al verte podía cargar sus armas y apuntarte, era arriesgado salir a hacer fotografías nocturnas. Pero mereció la pena» – afirma Abdullah con una sonrisa, mientras me muestra las fotos que tomó aquel día.

Abdullah tiene treinta y cuatro años. Nació y creció en Bamiyán en el seno de una gran familia: «Somos siete hermanos. En Afganistán casi siempre vives con tu familia, es normal vivir con tus abuelos, tíos y primos, en España las casas son más pequeñas». De pequeño era un niño enérgico y aficionado al kung-fu. En su juventud estudió literatura española y siempre ha sido un enamorado de la poesía persa, especialmente de autores como Hafiz Sherazi, MaulanaJalaluddin o SaadiSherazi. «Cuando me enamoré de mi esposa,Sadiqa, ella vivía en otro pueblo y le escribía cartas con poemas» – me explica. «Allí no era como aquí, que puedes ir a hablar con la chica, además no teníamos móvil entonces, así que nos escribíamos cartas». Me cuenta que su poema favorito se llama Naha Chara, del poeta Shahryar, que narra la historia de un amor imposible con el que su autor se reencuentra al final de su vida, momentos antes de morir, y se lamenta porque es demasiado tarde: ¿llegaste, pero por qué ahora?

Trabajó como intérprete del ejército español y también apoyando el negocio familiar de alfombras de su padre en Bamiyán, pero su verdadera pasión siempre fue la fotografía. A los veintitrés años compró su primera cámara réflex y empezó a fotografiar absolutamente todo lo que le rodeaba. A los veintisiete, hizo un curso de fotografía en el que durante seis meses aprendió a usar su cámara de forma profesional, lo que le ayudó a conseguir sus primeros trabajos como fotógrafo. «En aquella época tenía una motocicleta y solía ir con un grupo de ocho o diez fotógrafos. Íbamos juntos de un distrito a otro para hacer fotos juntos, después llegábamos a casa y encendíamos el ordenador para ver las imágenes, comentarlas… era feliz en aquellos viajes».

Abdullah llega a España el 27 de agosto de 2021. Le acompañan su esposa Sadiqa, sus hijos Farid y Farhad, de cuatro y seis años, y su hermana Laila. Diez días antes de la invasión de Kabul, Abdullah estaba en la capital buscando una vía de escape para él y su familia.

«Al ver que los talibanes iban entrando en diferentes provincias empecé a preparar mis documentos con la embajada. Sabía que iban a venir a por mí por haber trabajado con el ejército español. Ellos torturan y ejecutan de forma terrible a cualquiera que consideren infiel».

Hace ya más de un año que viven en Jerez, en uno de los pisos de protección internacional de CEAin. Laila estudiaba ingeniería minera en Afganistán, pero tuvo que marcharse antes de terminar sus estudios, así que desearía retomarlos. Farid y Farhad van al colegio y aprenden español. «Sus caras son muy parecidas, pero su carácter es cien por cien diferente» – me cuenta Abdullah.

«Ellos aprenden muy rápido: el mayor habla muy bien español, pero el pequeño no quiere hablar nada y esto me preocupa un poco, aunque estoy seguro de que sabe mucho».

Abdullah me cuenta cómo han vivido sus hijos este cambio tan radical en sus vidas. «Al principio fue muy complicado, los días que intentábamos huir, las horas que pasamos en el aeropuerto de Kabul junto a tantas personas esperando un avión que no sabíamos si llegaría… todo esto fue muy duro para ellos. Los primeros días en España decían que no querían estar aquí, que querían irse a casa. Ahora están bien, están contentos. Echan de menos a sus primos y abuelos que están en Afganistán, y a menudo hablan con ellos por teléfono. También echan de menos algunas costumbres, como comer sentados en una alfombra en lugar de en una mesa con sillas». Poco después de hacer esta entrevista, Sadiqa da a luz a una niña: Farahnaz. Para ellos ahora lo más importante es conseguir trabajo, esto les permitirá ser independientes y rehacer su vida en España.

El día que Abdullah salió de su país huyendo del terror, tuvo que hacerlo a toda prisa y dejando atrás todas sus pertenencias, incluida su preciada cámara. Cuando en la Agrupación Fotográfica San Dionisio de Jerez conocieron su historia, no dudaron en ponerse de acuerdo para donar una cámara profesional a Abdullah y le abrieron las puertas de la asociación para que pudiera retomar su gran vocación. Desde ese día ha estado haciendo fotos por las calles de Jerez. Me enseña una que acaba de tomar viniendo de camino a nuestra entrevista, en la que un hombre desayunando en un bar mira al objetivo tras haberle pedido Abdullah permiso para retratarle. También otra de unas flores que crecen junto al nuevo colegio de sus hijos. Ha fotografiado estos meses la noche, la luz y las flores de la que es su nueva ciudad. Recientemente ha presentado su primera exposición fotográfica en Jerez: El día de los deseos, una selección de las mejores instantáneas que capturó de la realidad de su país y de su pueblo antes de marcharse: el cielo estrellado de Bamiyán, las telas de vivos colores, los niños jugando, el intenso azul de los lagos de Band-e Amir… instantes irrepetibles que quedaron atrapados por el objetivo de Abdullah, que es una extensión de su mirada.

 

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