Cuando la pandemia acuciaba y la incertidumbre era el pan nuestro de cada día, el flamenco vivía su particular vía crucis en plena Cuaresma de 2020. La psicología es una herramienta más para gestionar las emociones y ralentizar la desesperación. A lo largo de la historia, acontecimientos destacados han supuesto el cambio de tendencia o ciclo en la cultura, la economía, la política… pues tras la pandemia parece que todo sigue igual en torno al arte jondo.
En aquellos entonces lo más importante era no contagiarse porque la salud era (y es) lo primordial, pasando casi a ocupar un segundo lugar compartido con la economía cuando las fatigas se van acercando al frigorífico. Se planteaban muchos profesionales del flamenco su
estabilidad económica al no haber cotizado como autónomo o no haber formado parte de empresas artísticas que le permitieran agarrarse a una prestación de la administración pública.
Ante estas circunstancias, la vuelta a la actividad se preveía distinta respecto a la regularización laboral del entramado flamenco que, como cualquier sector, ha de estar acogido a la normativa reglamentaria. La dificultad aparece cuando se revisa la historia y se comprueba la herencia o losa que la industria flamenca lleva aguantando, incluso fomentando, en este asunto. Al fin y al cabo, por evitar desgranar las diferentes versiones personales de cada quién, lo que sí está claro es que el origen de la poca regulación parte, en gran medida, del concepto gratuito y festivo al que se relaciona el flamenco como actividad, más cultural que económica.
Son muchos factores los que afectan al normal desarrollo profesional de este arte. ¿Intrusismo? ¿Convivencia entre lo espontáneo y profesional? ¿Pagar por escuchar flamenco en directo? Esta última pregunta es, quizá, la madre del cordero. En pleno 2022, se puede apreciar las diferencias que existen en el precio de entradas para acceder a un espectáculo según la zona o quien organiza. Pongamos un ejemplo.
Esta semana se han presentado distintas programaciones importantes como, por supuesto y como más destacada, la de la
XXII Bienal de Flamenco de Sevilla que dará comienzo el 8 de septiembre y tendrá un recorrido hasta el 1 de octubre con la presencia de primerísimas figuras del género. Las ausencias también son comentadas, pero eso es harina de otro costal. Como dato, las entradas oscilan entre los 10 euros y los 45, según espacios, siendo la media unos 28 euros aproximadamente.
Otro gran cartel que se ha conocido en estos días ha sido el del
XL Festival Flamenco Juan Talega de Dos Hermanas, formato que nada tiene que ver con la Bienal pero que sí es un paradigma de buen hacer, historia y acierto. La entrada es gratuita, con invitación, con un elenco en el que destacan
Aurora Vargas y
Pansequito, dos de los ausentes más sonados, por cierto, en la Bienal.
Este escenario es habitual en los meses de verano, prácticamente en todo el año. La oferta gratuita frente a la que exige una entrada de acceso. Como se apuntaba, la cuestión es relevante en tanto en cuanto el sistema ha de mantener una línea que permita el desarrollo económico de los protagonistas o actores del sector. Si el flamenco cuesta dinero y si se paga una entrada para todo, los artistas tendrán otras condiciones laborales y, sobre todo, podrán disfrutar de una jubilación digna.
¿Cómo es posible que para acceder a cualquier obra de teatro, función de ópera, museo pictórico o arqueológico, corrida de toros, espectáculos ecuestres, leer un libro o ver series en televisión… haya que pagar previamente y que para escuchar flamenco tan solo haya que asistir a una peña flamenca o esperar que tu ayuntamiento organice el festival de verano? El asunto es complejo, no cabe duda.
Mientras que en Écija se celebraba hace unas semanas un festival con Capullo de Jerez, Jesús Méndez, María Terremoto, Diego del Morao, entre otros, con
un precio de 20 euros, al mismo tiempo y en un plaza del puebloactuaba el joven Alonso ‘El Purili’, acto con
entrada gratuitapromovido por la Delegación de Ciudadanía del Ayuntamiento ecijano. Sin desmerecer ninguna de las propuestas, el aspecto que se aborda es el debateentre
flamenco gratis frente a lo contrario. En Jerez, el pasado otoño, mientras La Macanita presentaba espectáculo en el Teatro Villamarta, Israel Fernández cantaba a puertas abiertas en la Peña Tío José de Paula del barrio de Santiago.
En el caso de las peñas flamencas, las mayorías abren sus puertas para que cualquier aficionado del mundo pueda acceder y degustar tanto el cante más íntimo y cercano como saborear una copa de vino o tapa. Todo baratito, para que se acostumbren. Así, ¿pagarán una entrada días después en un teatro? Otras peñas sí que cobran una entrada a precio módico, sobre todo si no son socios.
Es importante, concluyendo, educar a las nuevas generaciones en este ámbito y hacer ver que cualquier expresión artística ha de ser valorada también en lo económico para la manutención, respeto y crecimiento de la Cultura.