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Trastornos de Conducta Alimentaria: cuando la comida se convierte en una pesadilla

Entre el 1 y el 4% de la población sufre alguna de estas enfermedades; sin embargo, siguen entre los olvidados de la sanidad pública.

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  • Recogida de firmas para pedir la Junta una unidad especializada en TCA. -

El carácter de su hija comenzó a cambiar, su actitud en la mesa ya no era la misma, le aterraba ver la comida porque era un monstruo al que se tenía que enfrentar. Así comenzó una pesadilla que atacó a la hija de Cristina con tan solo 14 años. Una enfermedad que le robó momentos de estar con sus amigos, de disfrutar como una chica normal de su edad, pero sobre todo, salud. Diez años lleva luchando esta joven para aprender a convivir con un Trastorno de Conducta Alimentaria (TCA), una guerra que está librando con la ayuda de especialistas y de la Asociación para la Defensa contra la Anorexia y la Bulimia (ADAB), y de la que su madre es presidenta. La ADAB, cuya sede se encuentra en San Fernando, es la única entidad en la provincia que actualmente, y desde hace quince años,  lucha contra los trastornos de conducta alimentaria y persigue su atención por parte de la sanidad pública. Casi veinte años después de que se erigiese, familiares de afectados, voluntarios y un buen equipo técnico han ayudado a visibilizar una lacra que afecta entre el 1% y el 4% de la población española. Uno de cada 20 adolescentes sufrirá anorexia nerviosa, bulimia, orthorexia -trastorno basado en la obsesión por comer comida sana que puede llevar a la desnutrición de la persona-, vigorexia, trastornos por atracón o trastornos no específicos. Aunque no todo es blanco o negro, “hay muchos subtipos de trastornos de conducta alimentaria, de hecho un gran error es visualizarlos o clasificarlos de una forma rígida, hay pacientes que pueden cumplir criterios de varios tipos”, específica María Dolores Cerezo psicóloga de ADAB, que junto a Julia Maine nutricionista, forman el equipo técnico de la entidad. Ambas  trabajan,  de forma coordinada  con hasta siete, usuarios al día.

Pero estas enfermedades no son exclusivas de los jóvenes ni de las mujeres, “cualquier persona puede sufrirla, también hay un porcentaje alto de hombres aunque no se conozca tanto, incluso gente muy formada, hay casos de personas que pertenecen al gremio de los sanitarios y que sin embargo tienen un TCA”.  En cuanto al origen de los trastornos suele ser multicausal, “obsesión por el físico y la estética, pero siempre hay detrás asuntos emocionales, puede haber abuso psicológico, maltrato, malas experiencias sociales, todo ello marca”.  Hay rasgos que se repiten en la mayoría de personas que los padecen, “perfeccionismo extremo, personas exigentes consigo mismas y los demás, con una autoestima mala”.

La nutricionista Claudia Lobatón hace hincapié en que el problema no reside en la comida. “El alimento no deja de ser el vehículo de expresión, el problema no está en la comida en sí, se llega a tener mala relación con ella por la falta de gestión emocional o por conseguir el objetivo estético”. Coordinar la terapia de psicología y nutrición es esencial. “Cuando se sufre una TCA hay que volver a reeducar al cuerpo, volver a enseñar los estados de hambre y saciedad, pero sobre todo perder el miedo a comer”.

Aunque los TCA están presentes en todas las edades, “las campañas de prevención en los centros escolares deberían ser asignatura obligatoria tanto para los alumnos como para el profesorado”. 

“Yo venía del recreo y me iba directamente a los baños a purgarme, lo hacía un par de veces por semana o cuando sentía que había comido demasiado. Un profesor sospechaba lo que estaba haciendo, y él lo que hizo fue quitarme las revistas de moda porque decía que me estaba obsesionando, pero nada más”, explica Eva, otra joven que pasó por lo mismo.

En cualquier caso, es una enfermedad que no se puede superar por sí sola, es necesario acudir a terapia, también el apoyo de los familiares es fundamental. “Lo pasamos mal, porque es  algo complicado de entender. Ves que tu hija no es la de siempre, está más irascible y sensible, dominada por un pensamiento patológico que no la deja ser ella misma, piensas que es un problema que podrás solucionarlo hablando con ella, y no. Sin ayuda externa, ni se mejora ni se cura. Tampoco hay que perder nunca la esperanza, nuestra hija ha ido progresando, y en la mayoría de casos se cura o aprenden a gestionarla”, explica Cristina, que descubrió lo que le pasaba a su hija por unos apuntes de biología, “le mandaron a calcular su IMC y a que escribiese un diario de todo lo que comía, me asusté mucho”, y aunque la hija de Cristina lo pasó muy mal, también contó con su grupo de amigas del verano que le dieron todo el cariño que necesitaba en ese momento. Un sufrimiento emocional muy grande. “En el camino se pierden amigos, parejas y hasta la capacidad de concentración”.

Cristina destaca la necesidad de contar con más unidades de específicas para los TCA en la sanidad pública. “En Andalucía sólo existen dos unidades, ambas en Andalucía Oriental. Y el tratamiento en clínicas privadas es muy caro”, por eso la labor de ADAB es tan importante en la provincia. Para todos los familiares de personas afectadas por los TCA, Cristina tiene un mensaje. “Lo primero que acudan a especialistas, pero que hagan todo lo posible por entender la enfermedad de sus hijos. A nosotros nos costó entender que ella no tenía la culpa de sufrirla, pero es que ellos no lo eligen. Es una enfermedad como otra más, pero que sigue estando muy estigmatizada”.

 

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