Emulando a Sebastián Romero, que llevó a cabo una muy brillante presentación, el viernes en San Telmo se quitaron las telarañas del tiempo y el piano de Rosario, la Reina Gitana, nos transportó al pentagrama de ese prodigio que fue Germán, perdón don Germán, Álvarez Beigbeder que en 1921 compuso la marcha Cristo de la Expiración, con Fernando Fernández Gao, abuelo del que fuese hermano mayor en la hermandad del Viernes Santo y también presidente de la Unión de Hermandades y que estaba allí presente, engrandeciendo a una corporación que hace un siglo casi empataba en número de hermanos con la de la sevillana Macarena. Ese momento mágico nos llevó cien años atrás a un Jerez diferente, distinto, pujante en lo empresarial, con empresas que abrían oficinas en el Reino Unido para expandir un negocio, como el del vino, que abría mercados para una ciudad cien por cien agrícola y donde el mecenazgo en las cofradías, y en la propia sociedad entiendo, era una forma de vida.
Como una forma de vida es llamarse Gallardo, los descendientes de Severo, el abuelo que vivía en la calle San Justo y que desde su ventana veía cada año pasar al Cristo campillero, y de Antonio, don Antonio, aquel que en 1971 bautizase, para la eternidad, a la Virgen del Valle como "la flamenca del manto rojo"; cuya plegaria, por cierto, cantase con mimo y con fuerza al mismo tiempo, una imponente Coral de los Reyes que epilogó la prosa y los versos, geniales ambos, de Antonio Gallardo Monje y de su padre José Gallardo Quirós, pregoneros ambos de nuestra Semana Santa, que incluso le dieron la alternativa al pequeño Luis Romero Fernández, que me comentó que prefería ser pregonero antes que torero. Antonio hizo entrega de la corbata y el pañuelo del pregón de la Coronación de la Virgen por la que beben los vientos los gitanos de Jerez, que ofreció Gallardo Molina, junto a José Luis Zarzana y Enrique Víctor de Mora. El autor, entre otras muchas, de la bulería Plaza del Arenal que cantase Paca Méndez, La Paquera, obvió la corbata y el pañuelo negro que tan poco le gustaban. Igualmente se quedará para los anales de la Hermandad la pieza de la "flamenca del manto rojo".
Testigo de todo fue el cuarto obispo de Asidonia Jerez, don José Rico Pavés, que compartió mucho tiempo con todos los presentes, tras la cordial bienvenida que desde el atril le dispensó Gallardo Monje, para ir empapándose de lo mucho que Jerez puede ofrecer a una Iglesia local que sabe que en las Hermandades, en su historia, en sus tradiciones y en su presente tiene también su futuro.