La palabra aporofobia es una aportación de la pensadora Adela Cortina, que significa rechazo a los pobres. Ella misma suele recordar que la aporofobia es incompatible con una sociedad democrática. Nada raro, a decir verdad. También lo es una televisión pública convertida en un chiringuito ideológico, o un juzgado donde se paraliza la investigación de escándalos como los eres, el comisario Villarejo, Gürtel, o un colegio donde se maltrata a una niña por pintar la bandera española... La sociedad democrática convive con demasiados agujeros negros.
Que la palabra aporofobia es un acierto se constata en que la Real Academia la incorporase a su diccionario en 2017 y Fundéu la eligiese Palabra del Año. Pero su verdadero acierto, la genuina causa de su éxito, es que remite a una realidad acuciante. En definitiva, se trataba de una palabra necesaria ante la necesidad de poner en evidencia esa realidad tan real. Cuando no hay una palabra para designar algo, es como si ese algo no existiera..
Entre los modos de rechazo está resistirse a mirar algo cara a cara…pasar de largo ante alguna realidad. A lo sumo, toleramos algún titular estadístico, como esta misma semana: Málaga presenta una de las tasas más altas de riesgo de pobreza infantil,. Un 40% de menores hasta 14 años, niños y adolescentes en unas circunstancias económicas que, de no cambiar, les llevarán a sufrir la exclusión social. O éste otro: Cáritas advierte de que la pobreza se cronifica en Málaga. Según el balance anual, para muchas familias la pobreza se ha cronificado y se transmite generacionalmente. No basta con el pequeño latigazo tras la lectura.
Detrás de cada titular hay no algunas decenas de dramas, y ni siquiera cientos, sino miles, millares y millares. Parados de larga duración pero tambien trabajadores con ingresos que no sacan a la familia de la exclusión, víctimas de la pobreza energética, expulsados del mercado de la vivienda, gente que no llega a fin de mes sin pasar por un comedor social, en situaciones proclives al abandono escolar, léase futuro. Cáritas lo resume en una frase: "poco empleo y precario, contratos de días o incluso horas, mal remunerados y con un exceso de horas de trabajo". Es terrible, pero la solución no es poner adjetivos bienpensantes sino aceptar la realidad y actuar. Sin embargo, parapetados detrás de la aporofobia, nos resistimos a esa realidad que nos provoca rechazo por un sencillo procedimiento: no mirarla.