Así lo dio a conocer el propio afectado, quien explicó que lleva “una vida arrastrada” desde que hace seis años sufriera un infarto cerebral, ya que vive en un edificio que no tiene ascensor y, por tanto, tiene que subir “a rastras” los 216 escalones que distan del portal a su casa. Francisco, o Paco, como prefiere que lo llamen, tiene que aparcar la silla de ruedas en el rellano de la escalera para posteriormente tirarse al suelo y sentado, de espaldas, subir poco a poco todos los escalones hasta llegar a su vivienda. La bajada, aseveró, se hace más llevadera aunque en su descenso sigue recibiendo los golpes de cada escalón.
Este es su quehacer diario y como mínimo, indicó, baja dos veces al día para pasear, aunque teme que en muy poco tiempo el grado de minusvalía y el esfuerzo que tiene que realizar le impidan llevar a cabo su odisea diaria para salir a la calle. “Por el momento intento bajar dos veces al día, pero ya mismo no podré bajar porque se me están acabando las fuerzas y me asfixio cada vez más”, lamentó con dificultad por el grado de minusvalía que padece y que también le ha causado una parálisis facial.
Además, aseguró que de arrastrarse por las escaleras de su edifico para poder subir y bajar tiene hematomas por todo el cuerpo.
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