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Dimisión de fútbol en Valdelagrana

Empate y gracias, de un Racing Portuense que sigue ofreciendo más dudas que argumentos.

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  • El Racing deberá cambiar la dinámica. -

No pudo empezar peor el choque. Ni un minuto pasaba cuando el Sevilla C ya campeaba en el marcador. Bueno, en el hipotético. Porque ni eso funciona ya en este Racing. Desconocido, ausente y triste. Ni combinaciones ni triangulaciones ni profundidad despertaron del letargo de un equipo que continúa luchando entre lo material y lo divino, entre la teoría, siempre perfecta, y la práctica.

Empate que se tuvo que dar por bueno en una odisea de encuentro. 97 minutos que se eternizaron. En un partido que ofreció muchas lecturas. Demasiadas para llegar a una conclusión: esta escuadra necesita tranquilidad y fútbol, mucho fútbol. Y paciencia para encontrar el camino. La reivindicación encontró una losa demasiado pronto.

En tiempo de ojear las alineaciones, Antonio, tras un centro medido por un inconmensurable Theo, dejaba a placer para que el 9 sevillista cabeceara al fondo de la red. El silencio se hizo presente. Ni al minuto de juego, los sevillanos ya mandaban.

La tarde se presentaba larga y complicada. Las intenciones debían ir en voltear una realidad que marcó más de la cuenta. 0-1 y todo un mundo por delante. Un Racing de urgencias que no pudo sacudirse la presión del que tiene que enderezar el rumbo lo antes posible. Necesidades que agobian.

Nuevo once inicial. Las demandadas novedades recordaron que el abanico de variaciones llegan a su final. Que ya hay poco que tocar o modificar y que es tiempo de reaccionar. De un plumazo, Bajic calentaba banquillo. De él salieron de un resorte el solicitado Rober y Expósito. El canterano puso todo lo mejor de sí en cuanto a voluntad y sacrificio. Poco más. El segundo, gris y aciago estuvo a la altura de los compañeros. Ausente y hastiado.

El Sevilla C, sin hacer nada del otro mundo, se movía cómodo. Muy cómodo, ante un Portuense desaparecido. La primera mitad se perpetuó y se alargó probando la paciencia del respetable.

Entre bostezos y cansancio visual, los 45 minutos, al fin, llegaron a su terminación.

Tras el paso por los vestuarios, la esperada rebeldía quiso que Raúl López tirase del carro. Significativo que el 3 rojiblanco sea el motor de un equipo que necesita como el comer de un cerebro y un creador. El jerezano a base de casta y gallardía, se encaramó de una zancada dentro del área hispalense. Hasta entonces, Néstor, cancerbero visitante, aguardaba en zona vip el devenir de un choque insulso y soporífero.

Benítez, tal y como sucediera ante el San Roque, fue el encargado de materializar la pena máxima. Magistralmente, fusiló llevando el empate al imaginario electrónico.

Cuando el fútbol no aparece, siempre hay actores secundarios que reclaman la atención. Focos y público son el reclamo perfecto para que el trencilla tire de despropósito. Su ineficacia y parcial eventualidad, pasó con más pena que gloria por un escenario del que nunca será protagonista.

Rodríguez Varela, el árbitro, el que está llamado a mediar, se decantó por centralizar el oprobio de una caldeada grada. El onubense quiso participar del espectáculo y expulsó a Raúl López, con roja directa, y a Natera, por doble amonestación. El primero, al entender que se sobrepasó en una jugada en el centro del campo y que, según imágenes televisivas, ni tan siquiera tocó. El propio club anunció que recurrirá la roja. La reclamación tiene el mismo futuro que el colegiado, ninguno.

El segundo, que entró por Juanmi, vio la segunda cartulina tras contar los segundos con la mano al entender que el portero sevillista alargaba su saque. Motivos que encontró idóneo para que los racinguistas acabaran con nueve sobre el terreno de juego. Rodríguez Varela, apostado y con aires chulescos, requirió de la ayuda policial para identificar a los aficionados que recordaban su sombría parodia.

Con mejores argumentos que digerir, Ismael quiso nuevamente recordar que la portería tiene nombres y apellidos, que los debates interesados deberán esperar, porque el portuense para lo imparable. Salvó una semana más a los suyos. Interviene poco, pero su resolución merece un notable.

El mangoneo arbitral no debiera esconder las deficiencias de un equipo que sigue despreciando la creatividad y las posibilidades de las que dispone.

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