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Trópico de letras

Un repaso reflexivo sobre la Navidad

Fue el papa Julio I, quien hizo coincidir en esa fecha el nacimiento de Jesús de Nazareth con la intención de acabar con estas fiestas paganas de los Saturnales

Publicado: 23/12/2023 ·
10:54
· Actualizado: 23/12/2023 · 10:54
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  • Luz de las velas. -
Autor

Mari Loli Romero López

Maestra y escritora. Colaboradora en revistas internacionales. Dos libros publicados y cinco pendientes de publicación

Trópico de letras

Este blog trata de opiniones diversas sobre un mundo diverso

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Faltan poco más de cuarenta y ocho horas para que en casi todo el mundo se celebre el nacimiento de un niño, un niño muy especial, según la religión cristiana, que lo hizo para redimir a la humanidad, para morir en una cruz con el objetivo de salvar al hombre del pecado y concederle la vida eterna, si se arrepiente de sus pecados. Pero, ¡cómo se ha tergiversado y manipulado esta creencia! Empezando porque dicho nacimiento no ocurrió en la fecha en la que se celebra en la actualidad. La Iglesia Católica fue la que decidió cambiarla para que ésta se celebrase en la fecha en la que ya se festejaba otra, en el Imperio Romano, que dominaba en la aquel entonces Palestina. Me refiero a las Saturnales.

El objetivo de estas celebraciones era homenajear al dios Saturno y conmemorar el triunfo de un general victorioso, al mismo tiempo que elevar la moral de los soldados, en el caso de que se hubiese producido una derrota militar. Se realizaban a la luz de antorchas y velas porque se dejaba atrás el fin de la etapa más oscura de luz (Sol Invictus, 25 de diciembre). Se comenzaban con un sacrificio en el templo del dios Saturno, se realizaban banquetes y se intercambiaban regalos (cuánto hemos heredado de los romanos).

Fue el papa Julio I, quien hizo coincidir en esa fecha el nacimiento de Jesús de Nazareth con la intención de acabar con estas fiestas paganas de los Saturnales. Poco a poco pasaron al día de Año Nuevo, siendo equiparadas definitivamente con la fiesta cristiana que conocemos hoy en día. Pero claro, pretender sustituir a los dioses romanos por un sólo Dios, era harto difícil, porque además de tener un firme significado religioso estas fiestas, tenían un fuerte arraigo popular, por eso, el papa Julio I hizo coincidir el advenimiento de Jesús de Nazareth con los Saturnales, así se podría celebrar la venida del Niño Dios en unas fechas en las que se tenía por costumbre celebrar algo también. De este modo, se fue sustituyendo de manera gradual las fiestas paganas romanas por la Navidad.


Y yo me pregunto si es que hoy en día la Navidad no se vive también como una fiesta pagana. Miremos a nuestro alrededor. Los “mass media” acaparan la publicidad y un desenfreno comercial se adueña del mundo y lo empantana promoviéndola como un éxito “honesto” del capitalismo. La habilidad publicitaria cumple su objetivo ideológico, disfrazada de cristiana, jugando con nuestras ilusiones y nuestros sueños, organizando tácticas de venta con bases materiales para que sean introducidas en nuestras mentes con  el fin de apropiarse de nuestro dinero a cambio de fruslerías.

Necesitamos desembarazarnos de estos ataques ideológicos para no convertirnos en compradores compulsivos. Damos y recibimos, regalamos y nos regalan; esta premisa es también una consigna del consumismo, rebajamos el afecto a lo material y la benevolencia y generosidad en compra-venta. ¿A quién no le gusta recibir un regalo? Sí, a todo el mundo le gusta, pero, ¿nos paramos a pensar en las personas que fabrican esos regalos y las condiciones en las que viven y trabajan y que no sirve sino para enriquecer aún más a los que ya lo son? Porque los pobres obreros de las fábricas, seguirán siendo pobres por mucha producción que tengan.

En los países más pobres encontramos la misma fiebre consumista, porque hay que hacerle caso a la diosa televisión y a la diosa publicidad. No tienen dinero para comer durante el año, pero en estas fechas se malgasta el poco que poseen y no se dan cuenta que son ignorados y olvidados del sistema, deseosos de formar parte de la engañosa sociedad “desarrollada”, de la que vienen estas celebraciones.

¿Nos hemos parado también a pensar de dónde vienen los míticos símbolos navideños, el árbol de pino adornado, Papá Noel, las manzanas, los espumillones, las bolas de colores, las luces o desde cuándo se montan los belenes? Vamos a aclarar por lo menos uno de ellos, de dónde viene el hecho de montar el belén: en el siglo XI, San Francisco de Asís, para estimular y animar a la desmotivada grey católica, montó el primer “belén sagrado” en el atrio de la iglesia de Asís, recreando así la narración bíblica del nacimiento de Jesús. Desde entonces se montan los belenes y hasta concursos se programan para ver cuál es el más bonito, con más detalles y mayor esmero se ha exigido.

¿Y qué decimos del moderno turismo de luces navideñas? ¿Qué le puede importar a Jesús de Nazareth el gastoso despliegue de luces para ver qué ciudad las tiene más largas o cuál pone un árbol más grande? No, esto no le importa lo más mínimo. Esto no es, ni más ni menos que una mera inversión para atraer más turismo, porque este turismo de luces navideñas ayudan a fomentar las compras. Miles de costosas luces de colores y estructuras gigantescas con forma de abetos, se han ido instituyendo en divisas y representación universales para ir desplazando el verdadero significado de la Navidad, pero el dinero es mucho más importante que todo. No me voy a extender más en este apartado porque  daría para un solo artículo dedicado a este tema.

¿Creéis que se enfadaría el niño Jesús,  si se dejara de consumir, le afectaría o se quedaría impasible ante tanta suntuosidad y despilfarro de unos y la desnutrición de millones de niños y desamparados?

Y, para colmo, este año la Navidad viene manchada con diferentes guerras, una de ellas en el mismo país de nacimiento del Niño Dios. Una guerra genocida que el sionismo judío ha extendido desde decenas de años sobre  el pueblo palestino. El nuevo estado de Israel (desde 1948), con el imperialista estadounidense como coautor, no dejará, ni en fechas santas, de bombardear la Franja de Gaza, donde los cadáveres de civiles, mujeres y niños  ni siquiera provocan la más mínima turbación para los que se nombran pueblo elegido por Dios, ni para la ONU y demás potencias y no potencias del mundo. Allí, en Palestina, o más concretamente en la Franja de Gaza, no habrá Navidad, ni consumismo, ni villancicos, ni alegría, las panderetas no sonarán, no habrá zambombadas, tan de moda hoy en día, sólo se oirán los zumbidos y el estruendo de las bombas y de los edificios al caer. Muchos corazones dejarán de latir...¿Nos estamos deshumanizando?...¿Noche de paz y noche de amor?  

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