Nací tres años después de aquel Noticiario Documental que se proyectaba en los cines españoles antes de las películas, financiados, en principio, con simbólicos ‘emblemas de cartón de la falange’ que se abonaban en taquilla con las entradas. Aún no había llegado la televisión y era la única información visual; la prensa escrita sufría férrea censura, igual que la radio, donde predominaban ‘las novelas radiofónicas’ de Guillermo Sautier Casaseca, Pedro Pablo Ayuso, Matilde Vilariño…; los ‘discos dedicados’, y los largos anuncios: “Yo soy aquel Negrito…”, “Avía será su camión…” “Okal, Okal, Okal, es un producto superior”…, para finalizar con el ‘Parte Oficial’ que al sonar la introducción de su marcha, ponía firme a más de uno: bien por miedo o su adicción al régimen. Los que sintonizaban de madrugada ‘Emisora Moscú’, o ‘la o Pirenaica’, tenían que hacerlo con el oído pegado a la radio, para no ser denunciado por algún que otro simpatizante de la (J, O. N. S.).
Los primeros ejercicios en las escuelas nacionales, eran formar filas en el patio para cantar el ‘Cara al Sol’ y ‘Prieta la Fila’ al izado de la bandera. Luego, en los pupitres, seguíamos recibiendo bombardeo de ‘Consignas’ escritas en pizarras con imágenes de los actores del momento: ‘Francisco Frankfurt’, ‘Antonio José’, ‘Reyes Caóticos’, el ‘Fin Campeador’, ‘Cristóbal Color... Difícilmente aprendíamos con la libertad de los niños de otros países después de la posguerra; máxime, cuando para cultivar la caligrafía copiábamos manuscritos ininteligibles. Y ni hablo de los ejercicios espirituales, la asistencia a misa, recoger los ‘vales de cartón’ con escenas bíblicas para no ser castigado a ir al infierno. Eso sí, los niños con los niños y las niñas con las niñas.
Así que la enseñanza general era una severa domesticación política-doctrinal, donde lo menos importante eran las asignaturas de los libros de texto. Para eso estaban las consignas, y los ‘dictados’ que aquellos maestros medio sonámbulos y con parsimonia iban leyendo con lento caminar, para que después de corregirlos, copiáramos ‘cien veces’ las palabras con faltas de ortografía. Y que no se te ocurriera interrumpir mientras dictaba. Podías pasarte cinco minutos en cruz con un libro en cada mano. Quiero dejar bien claro que había maestros nacionales extraordinarios, pero por desgracia no podían salirse del guión, como Francisco Medina Grau, Salvador Parras, ‘Oliva la Carambita’, ‘Antoñita la Valeciana’...
Es verdad que antes nos adoctrinaban con facilidad, salvo a los más versad@s que hablaban de pensiones, vivienda, bienestar social, enseñanza pública, libertad de expresión, dignidad…, a costa que les aplicaran la ‘ley de vagos y maleantes’ o los castigaran con la muerte. Es por lo que no se entiende, que hoy, con la cantidad de información que tenemos que algunos ‘charlatanes de feria’ estén consiguiendo dar la vuelta a la realidad y convencer a miles de personas que aquello era el orden ideal, imponiendo la conciencia del pensamiento único, tan solo con practicar ‘la posverdad’. Decía Fernando Fernán Gómez: “el tiempo pone las cosas en su sitio, pero si vas mandando algunos a la mierda, vas adelantando camino”. ¡Ahí lo dejo!