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Martes 16/04/2024  

Educar para el futuro

Corren malos tiempos

Lo cierto es que la pobreza solo desaparecerá creando una riqueza que repercuta en toda la sociedad y para ello debe haber pleno empleo de calidad

Publicado: 05/06/2020 ·
11:10
· Actualizado: 05/06/2020 · 11:11
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Autor

Antonio Monclova

Antonio Monclova es biólogo, doctor en prehistoria y paleontología, master en arqueología y patrimonio

Educar para el futuro

Análisis, crítica y reflexión sobre las necesidades pedagógicas de la sociedad para difundir el conocimiento y la cultura

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Corren malos tiempos es una frase que seguramente esté en boca de muchos en estos días, mientras la pandemia provoca que se tambalee la denominada sociedad del bienestar (de algunos), una frase que muchos han pronunciado en el pasado ante situaciones de desgracia generalizada.

Todos sabemos que el tiempo en sí mismo ni corre ni es malo, sino que transcurre a su ritmo e indiferente a los acontecimientos, por ello cuando sentimos la necesidad de decir que corren malos tiempos es porque queremos expresar nuestra firme convicción de que los efectos adversos derivados de un acontecimiento nefasto están teniendo un recorrido temporal durante el cual las desgracias se suceden de una forma más o menos continuada.

No es lo mismo que cuando las secuelas de un accidente o de una catástrofe ocasionan numerosas desgracias durante el tiempo que transcurre posteriormente. Desde el punto de vista de un educador, cuando oigo la frase corren malos tiempos siempre pienso en cómo podría haber formado a una persona para que actuase con coherencia si se viese en esa situación y lo primero que le aconsejaría es que no confundiese la esperanza con la fantasía.

Así que si actualmente nos creemos la patraña de que hemos salido más fuertes de la pandemia deberíamos darnos urgentemente un baño de realidad, porque estaríamos actuando como quien se cree que con un saco de cemento y otro de ladrillos puede hacerse una casa.

Hay una parábola en la cual alimentan a cientos de personas con unos pocos panes y peces confiando en que un milagro los multiplique y hay un cuento donde alcanzan un tesoro fantástico confiando en que una habichuela mágica les lleve hasta él.

Ambos casos muestran hasta dónde se puede llegar a confiar en la providencia divina o en el poder de la magia, decidiendo darle de comer a muchos con un milagro porque confías en poder hacerlo o quedándote sin comer para comprar una sola habichuela mágica porque confías en que lo hará.

Pero en la realidad lo importante es confiar en uno mismo y en las decisiones tomadas con los pies en el suelo. Por ello es de ilusos creer que de la crisis socioeconómica derivada de la pandemia saldremos porque algunos políticos dicen que obraran el milagro de multiplicar las ayudas económicas y que con su magia recaudarán más impuestos aun sin crear empleos.

Lo cierto es que la pobreza solo desaparecerá creando una riqueza que repercuta en toda la sociedad y para ello debe haber pleno empleo de calidad, algo que solo ocurrirá si se facilita la creación de empresas.

Además, aunque fuese posible hacer milagros y practicar magia, sería tonto el que se creyera que lo podrían hacer unos gobernantes que por un lado parecen tan alejados de Dios y por oreo no llegan ni a aprendices de brujo. Recuerden: no podemos olvidar. Fuerza y salud.

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