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Bretón: la estrategia de ¿un padre ejemplar?

Con un pequeño sollozo ha querido concluir su declaración, mirando al jurado y asegurando, a preguntas de su abogado, que "daría la vida entera por ellos (sus hijos) y no me costaría ningún trabajo"

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Cuatro horas ha durado la declaración de José Bretón en el juicio por el supuesto asesinato de sus hijos. Cuatro horas en las que el acusado se ha empeñado en demostrar al jurado que es un hombre normal y que no pudo matarlos porque el amor que siente por ellos está por encima de todo.

Pese a la imagen de frialdad que trasmite, hoy Bretón se ha permitido soltar alguna lágrima cuando ha hablado de sus hijos y de cómo el pequeño José, de 2 años, corría a sus brazos cuando iba a buscarle a la guardería.

Y con un pequeño sollozo ha querido concluir su declaración, mirando al jurado y asegurando, a preguntas de su abogado, que "daría la vida entera por ellos (sus hijos) y no me costaría ningún trabajo".

Salvo estas pequeñas "licencias", en el resto de la declaración se ha mantenido tranquilo y sereno porque, como ha dicho, "yo no me tengo que poner nervioso por nada".

Incluso, ha pretendido dirigir en algún momento el interrogatorio, lo que le ha valido la reprimenda del presidente del tribunal, Pedro Vela.

Cuando ha querido ejercer de su propio "abogado", el magistrado le ha llamado la atención y Bretón ha reconocido su salida del papel, no sin antes advertir que tiene el mejor abogado del que puede disponer alguien que, "sin ningún género de dudas", rebatirá muchas de las afirmaciones que se han vertido en la vista.

Al magistrado tampoco le ha gustado que Bretón utilizara de forma reiterada la misma fórmula, probablemente ensayada, para responder a muchas de las cuestiones de la fiscal: "Eso que dice es completamente falso", ha contestado en más de una ocasión, incluso a la pregunta formulada inmediatamente después de la regañina. Después ya no ha vuelto a utilizarla.

Otra vez ha tenido que llamarle la atención el presidente del tribunal cuando ha pretendido negar algún extremo de la intervención de ayer de la abogada de la acusación particular.

Ha caído el acusado en alguna que otra contradicción, que puede ser esencial en el transcurso de juicio, y en todo momento ha querido dejar claro que no estaba cansado y no necesitaba recesos, aunque ha agradecido al juez que se apiadara e hiciera uno cuando ya llevaba dos horas declarando.

Bretón ha mantenido su versión de los hechos del día que, según la acusación, quemó a sus hijos, y ha negado una y otra vez que los matara.

"No he matado a mis hijos, quiero a mis hijos con locura. Son lo más importante de mi vida. Yo ahora no tengo vida". Son algunas de las frases que Bretón ha intercalado en sus respuestas a las partes.

Para dejarlo claro y como una lección bien aprendida, ha hablado de sus hijos siempre en presente, salvo cuando era estrictamente necesario utilizar el pasado.

Mirando fijamente a los miembros del jurado -siete mujeres y dos hombres-, Bretón no ha ahorrado afirmaciones sobre sus faceta de padre y marido ejemplar.

De hecho, ha relatado todas las tareas que hacía en casa, desde levantar a los niños, darles el desayuno, llevarles a la guardería y el colegio, hacer la compra, la comida, darle el "punto" al arroz que le gustaba a su exmujer, Ruth Ortiz....

Todo ello se lo ha contado al jurado para hacerles ver que sus hijos son lo más importante en su vida. "Mis niños son los más guapos del mundo entero", les ha dicho a los miembros del tribunal popular.

Se dice que Bretón tiene algunas manías. Hoy ha reconocido alguna, como lavarse las manos antes de comer o limpiar con alcohol la placa de la cocina, pero sólo de las casas de planta baja donde ha vivido.

Sin embargo, ha negado que no permitiera tocar a los niños o que se pusiera tapones para no oír el ruido de sus compañeros de mesa mientras comen.

Hoy, José Bretón ha querido trasmitir una imagen de un hombre normal, que se casó con Ruth Ortiz porque la veía una "buena persona", que formó un matrimonio "plano" con "altibajos" y que engendró unos hijos que son la "mayor alegría" que puede tener en la vida. ¿Convencerá al jurado?

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