La animalista que esto firma no estaba en absoluto predispuesta hacia una película como esta, que glosa la odisea de un guía de una expedición de tramperos, al que un villano, encargado de protegerle, abandona a su suerte, por decirlo de una manera suave y sin spoiler, tras ser gravemente herido por una osa que protege a sus cachorros.
Pero el que partiera como favorita -como así ha sido finalmente- de cara a los Oscar, con 12 nominaciones, más los 3 Globos de Oro y los 5 Premios Bafta ya logrados, situándola en el epicentro de la actualidad, -además del hecho incontestable de que fuera mayoritariamente elegida como una de las que se debatirán en la próxima sesión de la tertulia de cine, ‘La Palabra y la Imagen’ del miércoles, 2 de marzo- la obligaron a verla.
Basada en hechos reales y ambientada en el siglo XIX , es un western extremo y radical. Alienta la épica de la supervivencia de un hombre al límite, despojado de todos sus afectos, y de su ulterior venganza. En unos escenarios naturales grandiosos -pertenecientes a Montana, las Montañas Rocosas canadienses y hasta Argentina- fotografiados por el excelente Emmanuel Lubezki, habitual de Terrence Malick -a quien le espera una estatuilla dorada por este trabajo- cuya influencia, como se ha señalado acertadamente, se deja sentir aquí.
Producción estadounidense de 156 minutos de metraje que a quien esto firma, nobleza obliga, no le pesaron tanto como había temido. El guión lo escriben su propio realizador, el mexicano Alejandro González Iñárritu y Mark L Smith, sobre la novela de Michael Punke. Al responsable de las imágenes ya se le ha citado. Su notable banda sonora la firman Carsten Nicolaui y Ryuichi Sakamoto.
Entre sus intérpretes está un más que entregado Leonardo DiCaprio que se hizo con el máximo galardón al mejor actor, que ya se le ha resistido hasta en cuatro ocasiones más. Quien esto firma, no obstante, prefiere otros trabajos suyos, más complejos y matizados, como los de ‘El lobo de Wall Street’ e ‘Infiltrados’, ambas de Scorsese. El malvado de la función es un espléndido Tom Hardy, también nominado.
Drama, aventuras y hasta una vertiente fantástico-espiritual New Age se dispersan mutuamente aquí, pues la pasmosa belleza de sus imágenes fagocita el contenido. Lo despoja, pese a la dureza de algunas de sus escenas, de emoción, intensidad y hasta convicción.
Se pierde la ocasión de desarrollar subtramas interesantes como la crítica necesaria, apenas insinuada, a los grandes depredadores blancos. Todos ellos, colectivo masculino plural en el filme. Incluso las víctimas. Depredadores con los animales, osos, lobos… para comerciar con sus pieles. Eso ni se sugiere, claro. Con el paisaje. Con los nativos indios, enfrentados entre sí por ellos, a su vez. Con la propia tierra. Pero es que, además, los peores de la función, Hardy aparte, son franceses… Encima.
La plástica como aliada de la épica, frente a la poética y el lirismo sentimental que pocas veces, hay alguna, logra su objetivo de conmover. El protagonista está tan ocupado en sobrevivir frente a los ataques combinados de lo peor de su especie y de la naturaleza salvaje que apenas -salvo raquíticos recuerdos, ensoñaciones y fantasías- le es dado desarrollar su personalidad ante nuestros ojos. Y ello empobrece el relato.
Pero naturalmente, y una vez escrito todo esto, se impone su visión. Y el miércoles, 2 de marzo, en la tertulia, su discusión. Tiene un debate, desde luego.