"El viejo mundo se muere. El nuevo mundo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos"· Antonio Gramsci.
Amenazar, sea de la manera que sea, es un acto reprobable que merece la actuación inmediata de policía, jueces y/o psiquiatras; sea verbal, por carta o mandando balas la cuestión es que no hay cabida en una sociedad democrática para amenazar a nadie, ni aún a aquellos que a veces se ganan a pulso tan ruin acto. No cabe. Dicho lo cual, separando al chalao que encuentra hueco en su vida para dedicarse a esto y lo hace -claro está- desde la sombra del anonimato, habría que hacer un ejercicio de reflexión y análisis sincero buscando la raíz del problema y no, como sucede estos días, encenderse airados unos contra otros escandalizados ante las amenazas como si estas fueran fruto del oponente político por su discurso incendiario y no asumir la responsabilidad individual que cada uno tiene en el show en el que se está convirtiendo la política a la hora de revolver el voto y al electorado animando, a la vez, a que se produzcan este tipo de actuaciones, a lo cual bien es cierto contribuyen también los medios de comunicación que le dan platillo al espectáculo. Madrid es un ejemplo. Uno malo, que resume la diatriba peligrosa en la que está cayendo esta política marketing donde impera la estética, las frases cortas, demonizar al oponente e interesa menos, o nada, el perfil de político sensato, sereno, que intenta decir la verdad o que habla de gestión o programa. Esto aburre.
¿Gestión y programa? Nadie cree en eso, entre otras cosas porque la gestión contribuye poco a ganar unas elecciones y el programa suele ser un folleto que no vale ni el papel impreso que lo resume. Los que diseñan las campañas saben que la gente decide su voto guiada por otros cánones, que tenemos la memoria de una pijota, que no creemos en los datos, en definitiva que el nivel medio del oyente es mediocre y por tanto lo que mejor consume es un Sálvame político donde impere un circo sin ley. Y, por lo que se ve, no les falta razón, por eso no escatiman en prometer el cielo, nadie se acordará después: desde el mes gratis en alquileres para los menores de 30 años de Gabilondo a los dos mil millones de Iglesias para sanitarios y docentes o la derogación de las leyes de género de Monasterio.
Viene al caso porque un estudio realizado por investigadores analizando un centenar de elecciones en catorce democracias europeas determina que las campañas negativas son más eficaces debido a que los humanos tienen una clara predisposición hacia lo malo debido a que, en igualdad de condiciones, lo negativo nos condiciona más que lo positivo. Por tanto, elegimos nuestro voto más por descarte de aquellos que no nos gustan que por afinidad de valores hacia quienes podrían gustarnos y esto lo saben políticos, y sus jefes de campaña, que por tanto enfocan su línea de actuación en la idea de demonizar al contrario -de hecho, es común cuando preguntas a alguien cercano a quién va a votar que conteste aquello de "sé a quién no"-. Claro está que cada cual se manejará dentro de la corriente ideológica en la que más o menos esté, sea conservadora o liberal, pero lo cierto es que este estudio refleja que nos es más fácil odiar y despreciar a alguien que simpatizar y, por ello, se han visto en Madrid durante esta campaña frases tan poco ejemplarizantes para la concordia ciudadana como: traidor, fascista, amargada, parásito o rata. Monedero, fundador de Podemos, convocó un acto para desinfectar una plaza de manera simbólica tras un acto de Vox en Vallecas y estos son los que hablan de combatir el fascismo cuando, en sí, no cabe un acto más denigrante y fascista que ese. Desinfectar. Madrid está bajando un par de escalones en lo que se refiere a campaña sucia, nula de contenido, rastrera de conceptos, demoníaca hacia el adversario y, si le faltaba algo, con un reguero de amenazas en modo balas por carta hacia unos y otros que no hace más que embarrar lo sucio y sorprende que algunos de los instigadores se lleven las manos a la cabeza cuando sin ser responsables directos de las amenazas sí contribuyen, de algún modo, a ellas.
Claro que si al pueblo no se le puede dar pan, que se le de circo. Y en eso están. Cuando la realidad, lo que a la gente de verdad importa o debería es que mejore la gestión en el ritmo de vacunación porque esto es lo único que nos puede sacar de este lío y el cómo enfocar un verano que para el país entero, para Andalucía y para los municipios es fundamental de cara a su economía porque aquí todo el mundo está deseando hacer planes, salir, volver a tener una vida que nos ha sido arrebatada.
Lo PEOR será que lo que está sucediendo en Madrid y que provocará una victoria clara de Ayuso, que dobla con holgura en intención directa de voto a Gabilondo al estar por encima del 40,2 por el apenas 19 de su oponente y que sumará con claridad con Vox, marcará el ritmo electoral del ciclo que a partir del cinco de mayo se abra por el resto del país. No tanto en tendencia de voto, que para algunas formaciones sí, como en estilo a la hora de afrontar las campañas. Un estilo obsceno. La primera pregunta va a ser las elecciones en Andalucía para cuándo porque es obvio que Moreno Bonilla no va a agotar su legislatura y o adelanta seis meses para convocarlas en la primavera del año que viene, dentro justo de un año ahora, o adelanta un año para convocarlas a finales del presente, octubre o noviembre, lo que es más lógico porque así obtiene dos cosas: el ritmo de vacunación para esa fecha estará prácticamente terminado y los ánimos del votante, por tanto, altos porque la decepción por la lenta recuperación económica no se habrá instalado en la mente del ciudadano como, probablemente, suceda el año que viene y, dos, coge a su principal adversario político recién salido de unas primarias por la presidencia a la Junta y quién sabe si preparando su congreso andaluz. No hay que olvidar que el federal tiene previsto su congreso para octubre; el PP convocando en Andalucía, el PSOE de citas congresuales.
Así se nos presenta este triste primero de mayo donde las provincias abren sus puertas, al fin, Jerez celebra su GP de Motociclismo sin público y a uno le viene a la cabeza esos otros mayos pasados tan felices, entre la feria de abril y la del caballo, cuando el viejo mundo se sostenía a base de besos y abrazos y nadie imaginaba que uno nuevo estaba por venir. Veremos sin mejor, de momento pinta feo.
Bomarzo