Pablo Castillo todavía no ha dado 28 vueltas al sol, pero sí muchas al mundo para formarse, perfeccionar su estilo, acariciar las notas que salen de su trompeta, y ser, desde la costa de Cádiz, todo un referente del jazz hecho en Andalucía para el planeta.
Esta noche, su cuarteto, el Pablo Castillo Quartet, se ha plantado en JaZZahara, el festival de jazz de Zahara de los Atunes, con el trompetista recorriendo los 12 kilómetros que separan este pueblo de su Barbate natal, con Manolo Perfumo a la guitarra, Alejandro Tamayo al contrabajo y el pacense Carlos Ayuso a la batería.
Posiblemente, con 27 años a un chaval barbateño que lucha por hacerse un hueco en el mundo de la música le salgan los sonrojos si se le compara con Chet Baker, Dizzy Gillespie o Wynton Marsalis, pero esta noche en Zahara ese era el murmullo que se escuchaba en el patio del Palacio de Pilas, viendo la madurez de un músico que ha trasladado al público a sus antiguos discos de vinilo con sonidos del jazz más profundo.
Con toda la humildad del mundo ha pedido que al terminar la actuación se compre el disco que acaba de sacar al mercado, ‘Introducing Pablo Castillo’, y así “nos ayudáis a pagar la gasolina, que mañana vamos a Córdoba”, y ha contestado con un “olé” cuando la gente le ha transmitido que estaba a gusto escuchándole. Un olé dicho por un señor que parece, por su música, nacido en Nueva Orleans. Sí, JaZZahara es así.
Lo de su madurez no es casualidad, porque tiene estudios profesionales en el Conservatorio Manuel de Falla, y completó su formación en Centro de Arte y Música Moderna de Málaga (CAAM), donde recibió clases y consejos de músicos como Julián Sánchez, Enrique Oliver o Pedro Cortejosa.
Después se trasladó a Ámsterdam donde durante cuatro años cursó un máster en interpretación en el Conservatorium Van Amsterdam, finalizado en 2022 con sobresaliente. Ha recibido clases de maestros como Terell Stafford, John Clayton, Gerard Clayton, Gregory Hutchinson, Mark Turner, Jeremy Pelt, Jarmo Hoogendijk, entre otros, y ahora él mismo es un maestro. “Amsterdam está muy bien, pero aquello es chungo: las nubes, la lluvia, y no hay atún”, espeta.
Por cierto, para quien lo quiera llevar a su casa, ‘Introducing Pablo Castillo’ tiene siete temas con arreglos originales de standards como Where or When o The Night We Called It A Day, y con influencias de Duke Ellington, Charlie Parker, Barry Harris o Hank Jones.
Se baja del escenario el cuarteto de Pablo y se suben Ramón López Triloque feat, Louis Sclavis & Dominique Pifarély, en la segunda sesión de la noche bajo la luna llena de Zahara de los Atunes, mordida con suavidad por el eclipse de esta noche de octubre.
El alicantino Ramon López se marchó a París al principio de los años 80, y se ha convertido en una de las figuras esenciales de la escena europea del jazz, y esta noche ha presentado ‘Trilogue’, con el clarinetista Louis Sclavis y el violinista Dominique Pifarely, dos músicos franceses igualmente referencia en su estilo.
Ver tocar a Ramón es todo un espectáculo visual. Es así, con él se ve jazz en vivo además de escucharlo. Parece mentira que alguien pueda manejar una batería con tanta soltura, que haga hablar a los platillos, que transmita armonías desde las baquetas, pero lo hace, y cómo lo hace.
‘Trilogue’ es un diálogo a tres. La música, al final, no tiene frontera alguna, y se puede tocar jazz con violín, y completar el escenario con un clarinete bajo. Solo un pentagrama manda a la hora de tocar, nada más.
La doble cita de esta noche es el punto y seguido para JaZZahara, que se despide este domingo, pero a diferencia de las dos sesiones nocturnas anteriores, ‘The DixieLab’ llegarán en una matiné de despedida, para cerrar el festival, si el cambio de hora no lo impide, a partir de la una de la tarde.