El abanico está presente en nuestra copla, en nuestro folklore. De niño recuerda uno esos abanicos negros con incrustaciones de nácar que nuestras abuelas sacaban de su tocador para ir a velar a un difunto, en aquellos veranos eternos de la infancia.
De los abanicos negros de nuestras abuelas, hechos para menear el aire en los velatorios, a estos abanicos que Paqui Orellana expone ahora, hasta el día catorce, en la Delegación Municipal de Turismo, han pasado casi cincuenta años. Cincuenta años en los que la mujer se ha liberado de muchas cosas -se ha esclavizado con otras, es verdad-, en los que el aire ha pasado de ser negro perpetuo a estos tonos cálidos, florales, sentimentales, que Paqui nos pinta en su colección.
El abanico ha disimulado los rubores adolescentes del primer amor, se ha posado en los labios de las mozas ya pidiendo silencio o reclamando atención, ha revoloteado entre los pechos culpables, o alborozados, de miles y miles de mujeres. Nada más que por eso merece un lugar de honor en nuestra memoria sentimental.
Paqui Orellana nos despierta ahora la nostalgia de aquellos salones de mujeres con abanico, enfrascadas en sus charlas misteriosas. Y nos la despierta con colores vivos, vivificantes. Con los colores de los grandes sueños.
—Hasta el catorce de este mes expone usted en la sede de la Delegación de Turismo, en la Cuesta de Belén, su colección de abanicos pintados a mano. En ellos podemos apreciar motivos flores, colores vivos, alegres, muy alejados de aquellos abanicos viejos, siempre negros, como hechos expresamente para los velatorios. ¿Han cambiado los abanicos en la misma medida en que han cambiado las mujeres? ¿De alguna manera se han liberado también?
—El abanico también ha evolucionado. Antiguamente, en nuestros pueblos, eran las señoras mayores las que mayoritariamente lo utilizaban; pero hoy día a las chicas jóvenes también les gusta y lo combinan con el vestuario que lleven en cada momento. La colección que yo he presentado es más bien de estilo festivo. Eso no quiere decir que el abanico clásico haya pasado de moda. Creo que nunca pasará. De hecho, también los pinto, pero en esta ocasión, con la llegada de la Feria, he querido utilizar diseños alegres y con colorido.
—¿Qué técnica emplea usted para esta decoración a mano?
—La técnica de mano alzada, con pinturas acrílicas.
—¿Es el abanico una prenda, un complemento como se dice ahora, genuinamente femenino o también está elegante un hombre abanicándose?
—Hay abanicos para hombres. También los he pintado, e incluso a algunos les ha gustado uno de mujer y lo ha comprado.
—En las técnicas antiguas de galanteo existía un alfabeto confeccionado a base de los distintos vuelos de abanico. Se dice que según meneara el abanico una señora podía significar: "estoy loca por ti", "no te esfuerces que conmigo no tienes nada que hacer", o "quítate de en medio que está aquí mi marido". Hoy, con los "wassapp" ya no es necesario mover el abanico, sino que con un mensajito está todo arreglado. ¿No le parecer que hemos perdido en romanticismo?
—Las nuevas tecnologías no tienen por qué ser incompatibles con el romanticismo, aunque un mal uso de ellas puede ser negativo, no sólo para el romanticismo, sino para la propia comunicación.
—Además de diseñadora, es usted una emprendedora que hasta hace poco regentó "La Anunziata", una sala de exposición y venta de objetos de arte. ¿Cree usted que a Arcos viene un turismo cultura y proclive a este tipo de salas?
—Viene turismo de todo tipo; pero es en el otoño cuando aumenta el porcentaje de turistas más interesados en la cultura.