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Quien a buen árbol se arrima...

Sueños rotos

Me preocupa y entristece ver cómo buena parte de la juventud vive inmersa en la frustración, la confusión y el desaliento. Lo estoy observando en entornos...

Publicado: 11/02/2020 ·
23:32
· Actualizado: 11/02/2020 · 23:32
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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Me preocupa y entristece ver cómo buena parte de la juventud vive inmersa en la frustración, la confusión y el desaliento. Lo estoy observando en entornos cercanos a mí, familiares, amigos, en la actividad de las asociaciones con las que colaboro, y en el propio discurrir por la sociedad.

La sociedad en la que vivimos es agresiva; inmersa en el mito de la competitividad, en un consumismo compulsivo, en un individualismo desmesurado e insolidario, alimentada cada vez más de fanatismos, miedos, noticias falsas y realidades ilusorias, la sociedad golpea y agrede a todos. Y los jóvenes son seguramente los más vulnerables porque no han sido curtidos por situaciones generalizadas de precariedad como sus abuelos y aún no han tenido la experiencia vital necesaria, como sus padres. Por tal motivo la alta cualificación académica de la que hacen gala convive con una gran inseguridad en sí mismos y fragilidad psicológica. No se atreven a tener esperanza, porque ello requiere una fortaleza interior que no abunda.

La juventud es la etapa de la vida en la que deben predominar los sueños, los grandes proyectos, los objetivos que ilusionan y estimulan para superar todas las dificultades. Después, la mayor o menor proporción de fantasías en esos sueños, provoca el baño de realidad cuando se llega a “mayor”,  pero ellos deberían ser descaradamente soñadores. Y no, no veo este rasgo de manera generalizada.

Son iniciados a temprana edad en la dependencia (y correspondiente síndrome de abstinencia) del consumo excesivo, sufren acoso de todo tipo, la violencia como ingrediente cotidiano en los juegos y en las redes, relaciones sociales que han pasado de la amistad profunda a la superficialidad estresante de una presencia permanente en el escaparate de las redes sociales, imposibilidad de aspirar a un proyecto personal de vida porque no encuentran trabajos adecuados, y cuando lo tienen, es por un salario de mierda. Y al igual que el púgil noqueado no se levanta de la lona, ellos ven sobrados motivos para tener sueños rotos.

Las agresiones no son solamente de la realidad social actual. El futuro también les agrede porque saben que no pinta muy bien: crisis socio-económicas que ya son crónicas, colapso ambiental por el  cambio climático, extinciones masivas o contaminaciones a escala planetaria, fanatismos en expansión. Y además ven que los que tomamos ahora las decisiones preferimos “auto engañarnos” que dar el golpe de timón necesario.

Es imprescindible apoyar a la juventud, incluirlos en el presente para que puedan cambiar el futuro, porque sólo ellos pueden hacerlo. Ahora más que nunca es necesario que conozcan y desarrollen los tesoros interiores inherentes a cualquier ser humano, sus valores y sus fortalezas que les permitan ocupar su lugar: soñadores capaces de sostener la esperanza.

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