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La tribuna de El Puerto

El músculo moral

Seguro que recuerdan el juego, muy típico en algunas zonas de gran afluencia turística allá por los trópicos, de sortear por debajo un listón

Publicado: 28/09/2018 ·
09:57
· Actualizado: 28/09/2018 · 09:57
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Viva El Puerto

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Seguro que recuerdan el juego, muy típico en algunas zonas de gran afluencia turística allá por los trópicos, de sortear por debajo un listón. Aquel en el que un simpático local con guirnaldas sobre los hombres desciende para el regocijo y pitorreo público del resto de compañeros de viaje… que muchos critican ¡hasta que les toca a ellos!

Pues algo parecido pasa con la política. Que el listón está tan bajo que sólo los que no tiene peso alguno en la mochila lo pueden pasar. Pero claro, ¿quién es el guapo que deja las riendas de lo público en las manos de alguien cuya única virtud es no tener experiencia acumulada que le impida “agacharse” para pasar la criba?

¿Qué ocurre? pues que la única manera de sortear el dichoso palito para aquellos que están dispuesto a exponerse a la mofa pública es mentir. Así de llano y claro: mentir. Aunque en algunos casos mentir sea olvidar situaciones, reuniones o calificativos. Que a algunas se les ve el plumero y ven la pluma hasta en el compañero, ustedes me entienden: a buen entendedor…

De ahí que la capacidad de sortear el listón se haya convertido en una cuestión de tendones morales. Si, de músculo, pero de músculo moral. Quien sea capaz de asumir el mayor grado de mentiras será el que sea capaz de agacharse más y extender los tendones de su moralidad al borde de la rotura: la dimisión. Y es entonces cuando llega el escarnio público del dedo acusador y burlón de los que ríen hasta que les toca a ellos.

Déjenme que les exponga una reflexión, esto es como en el colegio cuando una clase arroja un escaso índice de aprobados. Existen dos posibles explicaciones: o la clase al completo es inútil o el inútil es el profesor. Sea como fuere, algo hay que cambiar.

¿Queremos el listón bajo? Perfecto, pongámoslo bajo. Sólo dejemos que pasen por él los que tengan capacidad y el conocimiento necesario para hacerlo. Pero ¡ay, amigo! tenemos que premiarlos por ello. Si queremos políticos con capacidad de gestión y conocimiento suficiente para ponerlo en práctica, hemos de remunerar su valía.

Pero una cosa debe ir acorde a la otra, no podemos pretender tener políticos muy preparados y poco remunerados porque si no, la política se volverá una cuestión de músculo pero de músculo moral. Y ese tipo de estructura, créanme, es inversamente proporcional al concepto de moral que todos exigimos, pues solo sorteará el palito el más mentiroso y luego vendrá el escarnio y las rasgaduras de vestiduras.

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