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Jueves 25/04/2024  

La tribuna de El Puerto

La crítica va de la mano de la verdadera Ciencia

En su último libro, el profesor Ricardo Moreno se pregunta por qué los médicos leen libros de medicina y los profesores no leen libros de pedagogía

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En su último libro, el profesor Ricardo Moreno se pregunta por qué los médicos leen libros de medicina y los profesores no leen libros de pedagogía.

Aunque muchos dirán, con razón, que hay profesores que sí leen libros de pedagogía, el profesor Moreno plantea su cuestión ante la constatable realidad de que los docentes que llevan décadas ejerciendo no suelen considerar la pedagogía como una Ciencia que les pueda ayudar en su labor profesional.

No considero que la pedagogía sea incapaz de aportar ideas útiles, pero coincido con el profesor Moreno en que la mejor prueba de su falta de rigor científico está en cómo los que ven prioritario que un alumno sea crítico y piense por sí mismo, menosprecian a los que opinan contra sus postulados.

En la verdadera Ciencia no se acusa al interlocutor para defender una postura, se aplica el método científico, comprobando y comparando hechos y realidades.

Vistos desde el método de la Ciencia, los “experimentos pedagógicos” están  rodeados de condicionantes que impiden su crítica científica, además de que cuando los hechos contradicen a las ideas, estas no siempre son rectificadas.

Un experimento científico no puede depender de la mentalidad del que lo realiza, por ello para que la pedagogía fuese una auténtica Ciencia, el éxito de experimentos tales como una reforma educativa no debería depender de la mentalidad de los involucrados.

Pero lo cierto es que esa dependencia existe hasta el punto de que algunos pedagogos insisten en que para que salga adelante la reforma, profesores, padres y alumnos deben cambiar sus mentalidades y creer en ella.

No imagino a un médico recetando un fármaco, confiando en que el paciente sane por creer en la bondad de su efecto.

Si los pedagogos estuviesen en posesión de alguna verdad más o menos absoluta, como sucede a los científicos, ya habrían logrado mejorar los sistemas educativos.

Las habrían difundido, atribuyéndose las méritos pertinentes e incluso patentando su futura explotación (como también hacen los demás científicos).

Por el contrario, los que realizan las propuestas pedagógicas que configuran las sucesivas reformas educativas, intentan ocultar hechos y postulados de difícil explicación, se amparan en inútiles directrices políticas y desvían responsabilidades, acusando a profesores, padres y estudiantes de no haber sabido adaptarse a las nuevas exigencias por ellos impuestas.

Sería preocupante que la consideración de la pedagogía como Ciencia solo se debiese al hecho de que los pedagogos elaboren estudios estadísticos, aunque sus análisis baremen propuestas y actuaciones que – como ya indiqué – son difíciles o imposibles de evaluar por el método científico. Ciencia es Ciencia.

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