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Viernes 26/04/2024  

La tribuna de El Puerto

Los niños y el escéptico

El escritor e historiador Michael Shermer lidera el movimiento escéptico en EE.UU., promulgando que el escepticismo científico se basa en el pensamiento crítico opuesto a cualquier afirmación carente de prueba empírica verificable y contrastada.

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El escritor e historiador Michael Shermer lidera el movimiento escéptico en EE.UU., promulgando que el escepticismo científico se basa en el pensamiento crítico opuesto a cualquier afirmación carente de prueba empírica verificable y contrastada.

Pues bien, hace unos días Shermer publicó en la revista Scientific American (Investigación y Ciencia en España) un artículo planteando la posibilidad de que la gran acumulación de huesos fósiles de homínido hallada recientemente en lo más profundo de la cueva Surafricana de Dinaledi, podría ser el resultado de una matanza. Como de esto no existen evidencias, deberíamos preguntarnos porque motivo un escéptico cae en tal incongruencia.

El paleoantropólogo John Hawks animó a un grupo de escolares norteamericanos de entre 9 y 10 años, a que expresasen su opinión sobre que fue lo que pudo causar el acumulo de los homínidos en la cueva surafricana.

Rápidamente los niños elaboraron multitud de imaginativas historias para explicar lo ocurrido, pero cuando Hawks les pidió que probaran sus historias (la esencia del método científico), los escolares no tardaron mucho en darse cuenta de que para poder decir que los homínidos habían sido asesinados era necesario disponer de evidencias.

Según Hawks, aquellos niños parecían ser mejores científicos (y probablemente mejores escépticos) que Shermer, ya que su falta de prejuicios jugaba a favor de una mejor interpretación de los hechos. Shermer probablemente solo igualase a los niños en imaginación.

El comportamiento que acabo de describir se relaciona con la capacidad que poseen los niños de manifestar su interés por aprender valiéndose de su gran imaginación, siempre que se les facilite el entorno y tema adecuado.

Y estaremos de acuerdo en que la posibilidad de opinar sobre unos antiguos restos humanos, depositados en una oscura cueva, de una remota región africana, parece ser una situación que contiene todos los elementos que animarían a un niño a preguntarse infinidad de cosas, y por supuesto a buscar respuestas a todas ellas.

Si queremos (y necesitamos) que nuestros hijos quieran conocer y aprender cosas sobre el mundo que les rodea, debemos facilitarles las condiciones necesarias para que así sea.

El aprendizaje académico reglado no es ni debe ser el único que un niño debe disfrutar.

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