Crisis en el PP: Todos al suelo, que vienen los nuestros

Publicado: 16/04/2009
No era mi intención hacer un artículo poblado de citas. Pero hay situaciones en la vida y en la política en las que frases de personajes históricos son sumamente ilustrativas para explicitar hechos recientes. Es el caso de lo acaecido en el PP de Almuñécar.


    Estos días no paraba de recordar una famosa anécdota de Winston Churchill, cuando en tono jocoso le contestó a un joven diputado de su partido, el conservador, que no se confundiese, que "esos de ahí enfrente no son el enemigo, sino los diputados laboristas. El verdadero enemigo lo tiene usted aquí detrás, en los bancos de nuestro partido". Algunos militantes populares han podido pensar estos pasados días que, a pesar de la que está cayendo por la impericia del PSOE en la gestión de la crisis, algunos de sus dirigentes locales se afanaban más en afilar los cuchillos contra la bancada propia, que en zaherir a los contrarios, de los que vienen padeciendo continuas afrentas.

    Aunque las rivalidades y pugnas no son nada nuevo en la política española. Recuerdo la lucha fratricida que acabó desangrando a UCD a principios de los ochenta. El partido de Suárez pasó, en sólo dos años, de ser el mayoritario en la escena política a convertirse en un partido marginal, condenado a la extinción. De aquella época es otra memorable frase, pronunciada por el entonces ministro Pío Cabanillas, cuando dijo, "cuerpo a tierra, que vienen los nuestros", en referencia a sus compañeros de partido.

    Es práctica harto habitual en política que las luchas más soterradas, los comentarios más mordaces o las valoraciones más injustas, provengan de quienes están más cercanos. Si a ello unimos ciertas actitudes acomplejadas o evidentes carencias, las consecuencias pueden derivar en lo patológico. Y ello se traduce en articular estrategias de conquista del poder, únicamente justificadas en el lucro personal, que a veces derivan en auténticas persecuciones y venganzas personales. Para quienes las padecen se hace comprensible aquella otra frase de Cabanillas, lanzada de forma ‘zahiriente’ hacia un corrillo de intrigantes de su partido: "Oye, es que yo ya no sé si soy de los nuestros", les dijo, ante la evidencia de que no compartía con algunos correligionarios de partido ningún proyecto de futuro. Las pronunció en 1.991 en un congreso de UCD.

    Evidentemente, las situaciones tienden a reproducirse de forma inexorable, con diferentes contextos históricos o geográficos y distintos inductores. Cambian los protagonistas y sus víctimas, las causas y sus consecuencias, pero responden a un mismo patrón, con evidentes paralelismos entre ellas.

    Cual observadores atónitos, hemos asistido a un trasfondo de pugna interna por el poder, que bajo la hábil coartada de la debida fidelidad a la disciplina de partido, intentaba acallar y silenciar el debate interno y la confrontación de ideas en la toma de decisiones, de forma especial en algo tan trascendental como una moción de censura contra los socios de gobierno en la Mancomunidad. Unas actitudes que ponen de manifiesto las carencias democráticas en el funcionamiento de los partidos, algo que no es privativo de la derecha, sino también de quienes se autodenominan de izquierdas, como hemos constatado en el PSOE. Pensemos en los nombramientos a dedo de Chaves y Griñán. El verticalismo o estructura piramidal en la toma de decisiones de los partidos, coarta, de forma inexorable, las más elementales libertades, fundamentalmente las de expresión y de pensamiento o conciencia.

    El precio que se suele pagar ante estas artimañas es que personas íntegras y coherentes con la ideología del partido en el que militan, acaben compartiendo con el que fuese primer canciller de Alemania, Konrad Adenauer, una percepción cuando diferenciaba tres clases de antagonistas políticos: "Hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido", sostenía.

    Es por ello que personas honestas, a quienes la impudicia de los más cercanos parece empujar al borde del abismo, se planteen la tesitura de abandonar, tirando por tierra la trayectoria vital y la coherencia ideológica, o dar un salto hacia otro escenario, no el deseado ni buscado, o plantar cara a la estructura orgánica de su partido, para lo que necesita armarse de aliados, a pesar de que la razón ya la lleva en las alforjas.

    Esperemos que se imponga algo de cordura entre tanto desatino. No sea que haya que tomar nota de otra cita de Adenauer: "Hay algo que Dios ha hecho mal. A todo le puso límites menos a la tontería". Deseamos que no haya nadie que pretenda ir más allá de lo establecido por Dios, o de lo estrictamente razonable, en este sainete al que hemos asistido en la política municipal de Almuñécar.

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