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Anoche tuve un sueño

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Anoche tuve un sueño. Soñé con George Clooney vestido de etiqueta, soñé que estaba en su casa, un lugar maravilloso en primera fila de playa, fuera de ordenación, pero es que la Ley de Costas no afecta nunca a los astros de Hollywood. Y soñé que las olas rompían en los acantilados mientras, en casa nosotros montábamos los muebles de IKEA. No sé lo que opinaría Martin Luther King, pero yo creo que Freud tendría mucho que decir sobre este sueño.

    Anoche tuve un sueño. Soñé que en la Casa Blanca por fin había un presidente negro. Llevan siglos viviendo, luchando y muriendo por ese país que consideran suyo, pero que hasta ahora no les ha pertenecido del todo. Creo que el mundo se mueve, por fin, ojalá sea de verdad y en buen camino. Es un triunfo enorme, pero lo será más si con sus luces y sus sombras, Obama termina su legislatura viendo cumplidos algunos de los deseos con los que empieza.

    Anoche tuve un sueño, soñé que la igualdad de hombre y mujer era también real y efectiva, se obligaba a los hombres a trabajar en condiciones de igualdad, es decir calzados de unos ‘manolos’, aquella noche había visto la serie Sexo en Nueva York- que según dicen es nuestro ideario del feminismo moderno- y casi no me atrevo a decir lo absurda y estereotipada que me parece la serie de Mujeres Desesperadas; si Rosa Parks levantara la cabeza y viera a Eva Longoria en sus tribulaciones, se caía de espaldas. Entretanto, en pleno siglo de las luces del género, todavía tenemos mucho camino por recorrer: la mujer cobra una media de 2.700 euros anuales menos que el hombre. Sigue sufriendo violencia de género, sigue luchando por su autoestima y consideración, sigue buscando su imagen real en medio de las caricaturas que no nos hacen ningún favor. ¿Acaso no hay por ahí todavía quien piensa como la estulticia de Erasmo del siglo XVI...?

    “… Por lo demás, dado que el varón está destinado a gobernar las cosas de la vida, tenía que otorgársele algo más del adarme de razón concedido, a fin de que tomase resoluciones dignas de él. Se me llamó a consejo junto con los demás y lo di al punto, y digno de mí: que se le juntase con una mujer, animal ciertamente estulto y necio, pero gracioso y placentero, de modo que su compañía en el hogar sazone y endulce con su estupidez la tristeza del carácter varonil. Y así Platón, al parecer dudar en qué género colocar a la mujer, si entre los animales racionales o entre los brutos, no quiso otra cosa que significar la insigne estupidez de este sexo. Si, por casualidad, alguna mujer quisiese ser tenida por sabia, no conseguiría sino ser doblemente necia, al modo de aquel que, pese a Minerva, se empeñase en hacer entrar al buey en la palestra, según dice el proverbio.
Efectivamente, duplica su defecto aquel que en contra de la naturaleza desvía su inclinación y remeda el aspecto de la aptitud. Del mismo modo que, conforme al proverbio griego, “aunque la mona se vista de púrpura, mona se queda”, así la mujer será siempre mujer; es decir estúpida, sea cual fuere el disfraz que adopte”.
    Anoche tuve un sueño, soñé que se rompían las barreras de hierro y de cristal. Con Manolos o sin manolos, queda tanto por andar…

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