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Jueves 04/07/2024  

El largo culebrón de la justicia

Aburridos, estamos esperando a que se escriba un nuevo capítulo de la larga serie o culebrón en que se ha convertido la justicia, en este caso el del asesinato de la desventurada joven Marta del Castillo. Si añado los adjetivos “desgraciado crimen” o “luctuoso suceso” nos encontramos en aquella época de la España en blanco y negro de los crímenes del periódico “El caso” que cada vez con mayor asiduidad salpican los informativos, provocando escándalo hasta que ya, de puro horror provocan hastío, hartazgo, después de haber removido, desde los sentimientos más humanos al morbo más sensacionalista, toda la escala en que se mueve el registro de las emociones humanas y de cada miembro de nuestra especie.
Así se hacen menos llamativos los escándalos de corrupción política y económica que, de por sí, constituyen el más siniestro culebrón en que se empantana la justicia. Por mi parte, dudo seriamente que el llamado sistema lo sea y funcione como tal, sino que se disfraza de democrático pero en todos sus ámbitos se producen hechos delictivos a tan gran escala que se confunde con  el sistema y lo suplanta. Pero cuando ha de ser investigado, son causas criminales de la mayor envergadura de lo que sólo conocemos la punta del iceberg y que, en la mayoría de los casos, quedan impunes demostrando lo empapado que está el sistema de corrupción; no, que no se pudiera haber hecho justicia si otros hubieran sido los nombramientos y que esto fuera una maniobra para eludirla.
De vuelta al caso Marta del Castillo, que hace cinco años llenaba todos los informativos y todas las tardes de informaciones en directo, ya apenas ocupa una breve columna, hastiados de tantos fracasos y contradicciones que han convertido a su asesino confeso, Miguel Carcaño, en una especie de genio precoz sin precedentes en la historia criminal de nuestro país, al ser capaz de engañar a todos todo el tiempo. Ahora la policía ha propuesto al juez que Carcaño sea sometido a un encefalograma para averiguar el paradero del cadáver de su víctima. Ojo porque en España no se puede superar el sacrosanto dogma del derecho del reo a no declarar contra sí mismo, lo que en la práctica se traduce en una especie de derecho a mentir y a que el procesado sea el único que tiene derecho a mentir, como dijo el abogado de José Bretón ante la prensa que tanto le gustaba acaparar. Y lo peor, es que los juzgadores parecen ser de la misma opinión.
Por tanto, no se someterá a Miguel Carcaño al suero de la verdad o al famoso polígrafo, tan difícil de engañar  que es casi infalible. Si el asesino no quiere, no se le practicará, aunque ¡otro ojo! Porque el asesino confesó su culpabilidad, luego ¿declararía en contra de sí mismo por decir la verdad, o está encubriendo a alguien, algún colaborador o colaboradores necesarios en la desaparición del cadáver? Lo que quiero decir es que Carcaño ya ha declarado contra sí mismo al declararse asesino bajo confesión y que desde esta perspectiva, no declara contra sí mismo si se le somete a ciertas pruebas para que aparezcan los restos de su víctima y su familia encuentre algo de paz dándoles sepultura.
La premisa desde la que se solicita la nueva prueba es averiguar, bajo criterios clínicos y psicológicos, si Miguel conserva recuerdos de lo sucedido, que es una argucia legal para eludir el derecho a no declarar contra sí mismo pues no se le tomará declaración, simplemente se le someterá a una prueba médica que no ha servido, en el caso del descuartizador de Zaragoza, para encontrar los restos de la víctima, pero es lo único que hay para evitar la protección legal que gozan en España los criminales, dado que la Ley de Enjuiciamiento Criminal es extremadamente garantista y su reforma no soluciona esta grave carencia de justicia, que tanto la entorpece.

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