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Sábado 11/05/2024  

Columna notarial

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Es  tal la desconfianza de los bancos, que hasta para comprar una caseta de camping, te piden nota simple. No se fían de nadie. Vas al banco y a los 15 días con mucha suerte te mandan al notario. Esa noche es la única que no duerme, las restantes durante los 30 años que dura la hipoteca tampoco coges el sueño, pero hay mediación. Te presentas en la oficina notarial y no sé qué tienen, pero imponen respeto. Hasta los empleados están pelaos iguales, es como si los flequillos se los hubiesen cortao en Delphi.


 La perlita de la pared, no tiene esa alegría como la de tu salón, es triste. Además, siempre tienes que esperar, nunca llega el notario antes que tú a la salita de firmas. Lo hacen adrede, para ponerte nervioso. Un administrativo con las patillas como las del cochero de Drácula, te dice: “pasen y siéntense”. Una mesa grande, como si fueras a comprar la finca de Dallas, llena de carpetas y más bolígrafos que el bolsillo del baby de un ATS. A la media hora entra el notario, las gafas a media nariz, para intimidar más. Como si no supiera él que llevo asustao 20 días. Camisa de mangas largas con gemelos, camisas que sólo las llevan notarios y dependientes de Moral. Le da la mano primero al director del banco, después a tu mujer  y el último a ti, que eres el chufla que vas a pagar. Con la misma voz que Garzón, te pide los DNI. Ea, y ya no hay quien lo pare. Lee tan ligero, que si lo meto en un cuarteto, en camerinos se traga la parodia. Como para decirle: “¿Puede repetir, por favor?”. No hay cohones. Sólo espero que me diga lo que tengo que pagar to los meses. Pero nada, él me lee las medidas que tiene la casa, dónde termina la fachá y con qué vecino tengo pegao el tabique. “¿Cómo sabe este tío tanto de mi casa, si yo no lo he invitado a tomar café ni ná?”. Después de largar 15 folios sin respirar ni beber agua, dice: “Deben de pagar durante 30 años 900 euros con 20 céntimos”. Mi mujer que es tela de curiosa, dice, “los 20 céntimos, ¿de qué son?”. Cary, del clip, esta gente no regala ná. En el ascensor, mi esposa dice con las lágrimas saltadas: “Por fin, ya es nuestra”. Y el del banco se parte de risa por dentro, señal de que se ha enterao del chiste.

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