Casi nunca llegaba a tiempo. No sé muy bien como se les apañaba pero siempre era impuntual, tal vez por desorganización o por mala educación. Aquel martes también se retraso más de una hora al acudir a aquella importante entrevista y perdió la oportunidad de acceder a aquel puesto de trabajo sobre el que tantos planes había hecho.
Él, que presumía de buena memoria, era consciente de que esta no era ni una cámara de video ni una grabadora que fuera capaz de retener los detalles tal y como habían ocurrido, por lo que tenía de selectiva, y no se perdía en la hojarasca y el bombardeo a la que realidad nos sometía. Estaba seguro, que con el tiempo, admitiría que no podía tener todas las claves para entenderlo todo, por mucho que se parara y reflexionara.
Al final, tras muchos años preso de las conveniencias, había dado el paso y de ahora en adelante no le saldrían ulceras estomacales, no callaría todo lo que había tenido que guardar celosamente por prudencia o por un mal concepto de la lealtad, no se guardaría todas las venturas vividas con los nomos y duendes.
Entre sus recuerdos y fantasías recordaba muchas de las cosas que se empeñaba en olvidar y estaba dispuesto a reescribir su biografía, aunque no estaba muy seguro si las cosas había pasado tal y como se disponía a contarlas o aquella versión de la historia estaba tan alejada de la verdad como cualquier otra.
Había abierto una nueva etapa de su vida y quería que fuese apasionante. Estaba seguro que se saldría con la suya. Quería recuperar el sentido del humor y encontrar el sosiego. la calma y la tranquilidad necesarias para disfrutar con plenitud de los buenos momentos que la vida podía ofrecerle.
También tenía que replantearse que quería y hacia donde dirigir sus pasos. Había padecido demasiados daños colaterales como consecuencia de conflictos absurdos e innecesarios. Sentía necesidad de desdramatizar las tormentas de lo insustancial y valorar la calma de lo importante.
Ahora podría gritar con fuerza, hasta aquí hemos llegado. Era una nueva persona y así se sentía, sin agobios ni alarmas, sin oscuridades ni opacidades, sin medias verdades, sin tirar piedras para esconder la mano, sin pócimas ni brebajes, sin desvalorizaciones ni valores añadidos que hipotecaran su vida.
Se sentía cual pájaro de libertad, que no tenía que justificarse con nada ni ante nadie de sus opiniones y actuaciones, ya que el era de natural respetuoso y demócrata. Continuaría combatiendo con todas sus fuerzas la arbitrariedad, la corrupción y cualquier tipo de golfería en cualquier responsable público, por no ser admisible y mucho menos disculpable.
No entendía, como entre pitos y flautas, algunos políticos intentaban retóricamente oscurecer en lugar de alumbrar, como generaban desconfianza e indignación en vez de propiciar seguridad y tranquilidad. Cada día sabía que era mucho lo que estaba en juego, que no era lo mismo coger un camino que otro, que no es igual lo real que lo simulado, la preocupación que el abandono, lo auténtico que lo falso, lo que es y lo que parece que es.
Era alérgico a la ambigüedad y su ir por delante a pecho descubierto podía resultarle incomodo a mucha gente. La noche anterior había tenido un sueño, que estaba dispuesto a conservar todo lo bueno y despojarse de todo lo malo, parecía un bello cuento, pero él se había propuesto convertirlo en realidad.