Las garantías sanitarias comienzan desde la entrada del pescado en la sala de recepción, directamente desde las embarcaciones. Allí, dos personas se encargan de clasificar las partidas de venta por calibres, lo que ha incidido en el aumento de los precios a los que se vende el pescado junto con el hecho de que ahora, a diferencia del sistema anterior de subasta, no se vende por caja si no por kilos.
Una vez clasificado el pescado llega a la cinta mecánica, que está al cargo de los miembros de las dos vendedurías que hasta la fecha se encargaban de la subasta, los hermanos Brioso y Bárcenas. En estos días, su labor está siendo apoyada y vigilada por personal de la Junta de Andalucía. Dos técnicos, uno de apoyo sanitario y otro de comercialización que vigilan que la actividad de la subasta se realice acorde a la normativa vigente. Desde el punto de vista sanitario, explica Rocío, la veterinaria enviada por la Junta de Andalucía, se controla sobre todo el cumplimiento de que las distintas especies cumplan las tallas mínimas. Si no es así, se retira esa mercancía. De hecho, la nueva lonja dispone de una cámara frigorífica sólo para los productos decomisados. En este punto, justo antes de que el pescado salga a la subasta y pueda ser visto por los compradores, se vigila también que no vaya con exceso de hielo o agua “para que no se engañe al comprador” y la frescura. Una tarjeta verde o roja sobre la caja del producto indica su extraordinaria calidad -y la igualdad del calibre en toda la mercancía - , mientras que la roja indica la baja calidad del producto o una menor frescura. Estas nuevas medidas “han incidido en los precios” asegura el vicepatrón mayor “por lo que ya a los pescadores le interesa que toda su mercancía pase por la subasta”, añade uno de los técnicos de la Consejería de Agricultura y Pesca.
GARANTÍA
Una vez en la cinta, la mercancía se pesa y se enseña al público, que ve la mercancía desde una tribuna. El mando electrónico al que acceden al haber depositado un aval para poder comprar en la subasta es la única forma de comprar en la lonja. Las vendedurías han acordado quienes pueden acceder a comprar y se han expedido nuevos carnés que son fiscalizados a la entrada al recinto. Así se controla también que sólo compren empresas o particulares que estén dados de alta en la Seguridad Social.
Los precios de salida los marcan los miembros de las vendedurías y van bajando hasta que alguien para la subasta. Automáticamente se expide la etiqueta que identifica esa mercancía. No obstante, el comprador puede inspeccionar después su compra y, de no estar satisfecho, devolverla al inicio de la cadena. Los compradores recogen su mercancía en la sala de expedición, donde una empresa se encarga de organizar las compras de cada comprador, para que después estos las retiren directamente desde la nave a sus vehículos de transporte.
Cuando acaba la subasta - en Sanlúcar se celebrarán tres, de chirla, cerco y arrastre - las ventas son registradas automáticamente y se controlan tanto en Sevilla como en Madrid, explica Cristóbal, el técnico de apoyo a la comercialización, que incide en que ahora, “todos lo que se vende en la lonja de Sanlúcar es con IVA”. Se elimina así cualquier posibilidad de fraude. De hecho, los resultados económicos de las lonjas donde se ha venido implantando el sistema electrónico de subasta han sido cuantitativamente superiores a ejercicios anteriores. Del mismo modo, cada vendedor o comprador obtiene en el día, mediante unas máquinas ubicadas en distintas zonas del recinto, los certificados de las compras o ventas realizadas. La última cadena de la trazabilidad.