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Creyendo y creando

La culpa es nuestra

La relación entre los jóvenes (también niños [y niñas]) y el móvil, visto así, da auténtico pánico

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  • Un niño usa el teléfono móvil y una tablet. -

En la cafetería, en el consultorio, en la cola del supermercado, mientras comemos, cuando se aburren, en el coche, en la parada de autobús, visitando a los abuelos, cuando están con otros niños, en los cumpleaños, en los días de guardar, si habla papá, en la explicación del maestro (ah, no, que ya se prohibió), en la sala de espera del dentista, antes de acostarse, cuando se levantan, en los viajes en coche, caminando por la calle, en la mejor canción del concierto, al salir de clase, cuando pasa la procesión, cuando van de excursión, cuando piden salir una hora más, cuando hacen los deberes, como premio, para descansar unos minutos… La relación entre los jóvenes (también niños [y niñas]) y el móvil, visto así, da auténtico pánico.

Hagamos la cuenta de cuántos son los momentos en los que los niños cogen el teléfono al día: de momento apreciamos que no queda un margen de tiempo decente en el que estén al margen de este. Así las cosas, quizás sería más rápido, por tanto, hacer el cálculo al revés: ¿cuándo el niño no usa el teléfono? No podríamos escribir que el jovenzuelo está lejos del teléfono cuando duerme. No: el niño está cerca de este, pero no lo usa. Esta generación no nació con un pan bajo el brazo, sino con el 5G, está claro.

En fin, esta situación que ocurre en un número creciente de familias desde la pandemia es más que preocupante. Y aunque haya quien sostenga que esto a ellos no les ocurre (¡qué suerte, alegría y envidia!), no podemos tomar las excepciones como hechos contrastados. ¿Y por qué es preocupante este fenómeno? Si bien es cierto que hace unos años era una señal de progreso aceptar la exigencia del niño que quería el móvil, debemos abrir nuestra mente a la recurrente literatura científica, cada vez más abundante en este sentido, que refiere que debemos poner normas a esta invasión tecnológica. El cerebro de los niños (nos recuerda) no está plenamente desarrollado, y el daño puede ser mayúsculo.

La memorización, la atención, la concentración, la creatividad, las relaciones sociales, la utilización adecuada del lenguaje, entre otras, son algunas de las facultades que están lastrando el presente y el futuro nuestros jóvenes. Ahora entendemos por qué Menuda Noche, que tanto nos gustaba, cada día tenía niños menos ingeniosos… ¿Y qué hacen los padres para detener esta inercia? Es más: ¿no somos también los adultos los que sacamos el dispositivo móvil a todas horas y en todo lugar? Valoremos la realidad y, cuando no sea necesario, dejemos a un lado las pantallas, que no nos puedan culpar el día de mañana de la realidad: que la culpa es nuestra…

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