El tiempo en: El Puerto
Publicidad Ai
Publicidad Ai

El Loco de la salina

Los reyes han vuelto

José entendía de carpintería, pero no sabía cómo arreglar tantísimos coches sepultados en el barro, ni limpiar tantos motores arruinados

Publicado: 06/01/2025 ·
14:59
· Actualizado: 06/01/2025 · 14:59
Publicidad Ai
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

VISITAR BLOG

Hoy martes es mi cumpleaños, y en el manicomio no paran de felicitarme. Todos los locos me repiten que lo importante no son los años que uno cumple, sino cómo se siente uno por dentro. Por eso no voy a decir mi edad y que rabien los curiosos. Solamente añadiré que ahora me siento como un niño con zapatitos nuevos e incluso creo que estoy volviendo a una segunda infancia y a punto de coger el sarampión. En todo caso, he pensado que tiene poca importancia el que la Tierra haya dado no sé cuántas vueltas alrededor del sol o al revés.

Hoy quería escribir sobre algo que estamos viviendo: la vuelta de los reyes. Salieron de Oriente con mucho ánimo y cargados de esperanza, aunque sin caramelos, y se encontraron con un pesebre que daba penita verlo. Allí estaban la virgen María, José, el carpintero, y Mazón, el político de turno. Del Palacio de Oriente hasta Belén hay muchos kilómetros. Por eso los reyes prefirieron ir a Valencia, aunque sabían lo que se iban a encontrar allí: pastores asustados, ríos de papel de chocolate arrugados y puentes que se habían venido abajo con la riada. Había llovido, y un barro pegajoso cubría un montón de pueblos. José entendía de carpintería, pero no sabía cómo arreglar tantísimos coches sepultados en el barro, ni limpiar tantos motores arruinados. María tampoco sabía cuándo les iba a llegar la ayuda que les habían prometido. Además, como telón de fondo, se escuchaban muchas voces pidiendo que Mazón dimitiera y que Pedro no apareciera por allí. Los reyes aguantaron un chaparrón de barro y con sus manos como único escudo procuraron que no se les manchara de fango ni el oro, ni el incienso, ni la mirra. Por lo visto no había sitio en ninguna posada, y José estaba preocupado, porque lo único que encontraron fue un sucio pesebre. Tampoco José entendía cómo funcionaba lo del tiempo. Los expertos pronosticaron alerta amarilla y dijeron que iba a llover el domingo por la tarde a las 17.45, ni un minuto más, ni uno menos. Lo único que pudo hacer José fue meterse bajo techo con su familia junto a una mula y un buey que allí se habían refugiado. No había carrozas, ni pajes, ni estrellas, ni heraldos reales. La Ayuso apoyaba a Mazón, mientras que Pedro, apoyado en el quicio de la puerta catalana, repetía que, si querían ayuda, que se la pidieran. Había mucho barro, pero los reyes volvieron y no les importó quedarse solos ante el peligro de que se les cayera el pesebre encima. A Gaspar se le quedaba chico el camello y unos angelitos sobrevolaban el portal pidiendo paz en el cielo y en la Tierra para los hombres de buena voluntad. Pero ninguna voluntad tenía Herodes de ser bueno, porque mandó matar a todos los niños que había por allí a ver si se cargaba al que le podría hacer la competencia. Los reyes aparcaron los camellos en Belén y caminaron hacia el atrio del Ayuntamiento de La Isla, mientras los niños supervivientes recogían con sus bolsas los caramelos que sus majestades les tiraban.

Me estoy liando con esta loca historia, pero es que hay demasiados reyes en Cádiz, en Belén, en Chiclana..., y también demasiados Herodes.

No soy monárquico, pero hay muchos políticos empeñados en que lo sea. Me quedo con uno cualquiera de los miles de reyes que tiran caramelos por esas calles de Dios en estas fiestas, aunque lo que nos pide el corazón a los locos es no olvidar el barro de Valencia, que es donde creemos que ha estado instalado el auténtico pesebre.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN