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Lunes 06/05/2024  

Andalucía

La marea del fango

Habría que tomar conciencia colectiva de que nada especialmente grave sucede en este país que justifique el nivel de crispación intenso en el que vivimos

Publicado: 26/04/2024 ·
11:44
· Actualizado: 26/04/2024 · 11:44
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  • El jardín de Bomarzo.

Habría que tomar conciencia colectiva de que nada especialmente grave sucede en este país que justifique el nivel de crispación intenso en el que vivimos. Claro está que hay cuestiones que gustan más o menos según a quién, que indignan más o menos, que son, en definitiva, asuntos mejorables, pero mientras se sucedan bajo la decisión que genera la aritmética parlamentaria en su concepto democrático todo debería ser relativamente asumible, pero lo que sucede es que en general somos demócratas de muy bajo rango porque no aceptamos la decisión de las mayorías. Y como sociedad, para qué negarlo, somos bastante hipócritas, criticamos lo del otro cuando hacemos lo mismo y, lo peor, abiertamente, sin que asome un atisbo de sonrojo.

Dicho esto, Sánchez habla en su famosa misiva de la máquina del fango puesta en funcionamiento por la ultraderecha contra él y su esposa para generar descrédito y tiene razón, pero es una máquina en funcionamiento múltiple y que usan, sin excepción, todos, también el PSOE. Que en muchos casos financian con dinero público, plataformas digitales o francotiradores a nómina que manipulan, usan la media verdad, tergiversan o, directamente, mienten, y lo hacen sin que la clase política ponga freno y, lo que es más grave, sin que la justicia actúe, esa misma que ahora usa unos recortes de prensa presentados por Manos Limpias para aceptar a trámite la investigación sobre su esposa, Begoña Gómez, y lo hace sin pudor ante el innegable y censurable hecho de que el Consejo General del Poder Judicial y su renovación sigue bloqueado por el PP y es evidente de por qué. Para estas cosas. Y esta sociedad está muerta si concluimos en que el fango informativo domina la esfera pública y los jueces, o al menos ciertos jueces, se embadurnan en él.

Su decisión, no obstante, es muy infantil, nada acorde con la responsabilidad del cargo que ostenta y reflejo de una personalidad marcada por un ego que le precede kilómetro y medio. Las cosas no se hacen así.

Pocos precedentes tiene en la política reciente una convulsión nacional como la provocada por el escrito de Sánchez anunciando su intención de meditar si, tras cinco días de reflexión, abandona el cargo por el que tanto ha peleado, ante lo cual la primera reacción general ha sido identificar si se trata de una nueva pirueta del mago del escenario, que ya otras veces ha logrado sacar ventaja a través de un quiebro de última hora. Pero esta vez hay elementos diferenciadores en este anuncio de inmolación pública suyo, su entorno asegura tajante que está quebrado y su rostro lo confirma ante el hecho de que sea su mujer la damnificada por una presunta corruptela y en paralelo miles de relatos intencionados circulen por las redes vinculándola a tramas de toda índole; está, además, la complicada deriva de la política nacional con el chantaje permanente de los nacionalismos voraces y su mercadeo insultante, también el hecho de que haya madurado estos meses atrás que su ciclo presidencial se acerque al fin y busque otros horizontes y, de hecho, si se fiscalizada su agenda en los últimos tiempos ha prestado una enorme atención a la política internacional y cuenta su entorno que tal vez se haya fijado como objetivo la presidencia del Consejo Europeo que quedará vacante en breve tras la salida del actual, Charles Michel, al margen del romanticismo y musicalidad que tiene esto de dimitir por los desaires que otros propinan a su esposa, de la que se confiesa públicamente muy enamorado. Por todo ello, la única solución razonable es que este lunes Pedro Sánchez abandone el cargo, de lo contrario la patochada sería monumental porque esto es bastante más serio que enfadarse en el patio del colegio, hacer las paces y seguir jugando a la pelota, no hay relato posible medianamente trasladable que soporte su continuidad. Ante lo cual, Sánchez no tiene otra que irse si no quiere disolverse por el desagüe por el que los políticos fluyen cuando hacen el ridículo.

Su entorno directo le paró el pasado jueves porque su intención inicial era dimitir ese mismo día y lograron frenarle para ganar unos días de reflexión, en la idea no tanto de hacerle cambiar de idea -solo su mujer podría- sino de controlar un proceso con dos alternativas posibles: convocatoria de elecciones para el 21 de julio y proceso para la designación de un candidato, que puede ser cualquiera porque no tiene por qué ser diputado e Illa, Montero o incluso Zapatero son nombres que suenan ya entre pasillos, o ir a instancias del Rey a un proceso de investidura continuista con una mayoría controlada hacia, seguramente, su número dos, María Jesús Montero, que contaría con el apoyo de los independentistas para no paralizar el proceso de amnistía y no generar una convulsión política interna dentro del partido. En todo caso, parece decepcionado con su núcleo duro por no haberle defendido con la contundencia que esperaba y por alguna filtración espesa y estos son Cerdán, Montero, Bolaños, Salazar y López.

Lo imprescindible, por encima de todo, se vaya Sánchez o se quede, es la necesidad colectiva de hacer una reflexión profunda. Si se queda, lo vista como lo vista, no será más que una nueva pirueta para arrinconar al PP, a los jueces y provocar un clamor popular en su favor, si se marcha logra lo mismo y se salva él y su imagen a través de un relato minucioso tan de su gusto: “Va a salir de la política con una épica… A ver quién coño le quita eso. Renunciar a la política por amor, por la puerta grande”, dicen.

El PP necesitaría que se quedara porque este escenario, sin Sánchez, y una nueva convocatoria electoral es un negativo para Feijóo, a quien otra derrota mandaría directamente a galeras. Pero sea lo que sea, es imprescindible una reflexión para contener esta marea del fango que a todos ensucia: el propio ciudadano debe ser exigente con lo que consume y castigar a aquellos medios que viven del bulo, los políticos deben limitar su manera de proceder, sus líneas rojas, es lícita la confrontación y el acoso al adversario pero no a este nivel ni hacer de la vida pública un escarnio permanente cuando los ciudadanos hace bien poco votaron y decidieron, democráticamente, este reparto parlamentario y, cómo no, la justicia debe ser impoluta y no caer en la mediocridad partidista e intencionada de admitir a trámite una denuncia por una serie de recortes de prensa. Todo, en general, debería de ser más serio en un país que ha dejado de parecerlo y, tal vez, si Sánchez este lunes nos regala su inmolación pública caigamos en la cuenta de la deriva autodestructiva en la que la sociedad ha entrado por el interés partidista de nuestra clase política.

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