El tiempo en: El Puerto

El pobrecito hablador

El aguador

No ha explicado la manera o el proceso por el cual este nuevo zahorí va a ser capaz de saciar la sed de los campos, pantanos y lagunas

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  • Marisma de Doñana seca. -

Uno mira todos los días el mapa del tiempo, las predicciones de los meteorólogos en los informativos, las temperaturas en las aplicaciones del móvil, y todos coinciden en el pronóstico: el calor no va a cejar en su empeño de derretirnos y la lluvia será un suceso mitológico, como los unicornios.

Pero no se preocupen, que toda esta situación de sequía tiene arreglo. No va a hacer falta sacar procesiones a la calle, ni echar abajo los aviones que, según lo más granado de la intelectualidad patria, están derritiendo las nubes a base de fumigarlas. Ya tenemos la solución inmediata, la vuelta de la lluvia y del entretiempo, de esos días de manga corta y rebequita porque refresca.

Nuñez Feijóo lo ha prometido. Entre él y Moreno Bonilla van a traer el agua. Así, sin anestesia ni nada. No ha explicado la manera o el proceso por el cual este nuevo zahorí va a ser capaz de saciar la sed de los campos, pantanos y lagunas. No sabemos como volverá a llenar los cauces de los ríos, ni cómo conseguirá que Doñana vuelva a ser un vergel, en lugar de un bien de la Humanidad al borde del colapso.


Quizás se pongan los trajes de Luigi y Mario y se dediquen a construir tuberías para traer el agua de no se sabe donde; a lo mejor acarrearán el líquido elemento en botijos, como aguadores, o danzarán bailes de la lluvia, a modo de pieles rojas pateando el suelo reseco.

Lo que sí  sería buena idea es la de dejar de gastar el agua a espuertas para que los campos de golf sigan brillando con ese color verde tan refrescante, para llenar las piscinas o para que los peregrinos rocieros se mojen las canillas, camino de la aldea almonteña.

No es tan importante que llueva como el hecho de no desperdiciar ese tesoro que nos cae desde el cielo, perdiéndose en sistemas de regadío obsoletas y descuidadas, cayendo en tierra yerma, sin vegetación, incapaz de retenerla.

Es curioso ver como los que no paran de hablar de paguitas, de compra de voluntades y votos a partir de subvenciones y ayudas, usen ese artificio que tanto señalan en los demás para atraerse el voto rural, y ya puestos, hasta el rociero. Aunque, en este caso, aún está por ver esa promesa caer de los cielos.

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