Acabo de leer en la prensa del manicomio que el Ayuntamiento va a proponer a Monchi como Hijo Predilecto de La Isla. Del tirón he salido corriendo hasta el patio, he dado tres saltos mortales y sin soltar el periódico he vuelto incrédulo a la salita de lectura pegándome pellizcos. ¿Cómo? Por un momento he pensado que estamos, como el tranvía, en período de pruebas con vistas a los santos inocentes, pero el loco del cuarto me ha insistido en que la cosa va en serio. Sigo sin creérmelo. Debe tratarse de que el Ayuntamiento quiere dulcificar estos malos momentos de crisis a base de cachondeo. Yo no tengo nada en contra ni de Monchi ni de ningún otro paisano que se saquen de la manga para tal distinción, pero es que me ha extrañado que personajes cañaíllas de talla extraordinaria y desbordante sean aparcados a pesar de sus excepcionales méritos y a pesar de que les sobran firmas para ser merecedores de esa predilección. Empecemos por el Doctor José Manuel Revuelta. Si alguien tiene que ser Hijo Predilecto de La Isla es Pepe Revuelta como se le llama cariñosamente en cualquier rincón de esta tierra. No voy a exponer su curriculum porque no cabe aquí, pero es apabullante, lo conoce el Ayuntamiento y no sé cómo no le da vergüenza dejarlo tirado en el último cajón de un despacho cualquiera junto con la lluvia de peticiones que se hicieron en su día para que se le nombrara Hijo Predilecto de esta ciudad. Ni caso. Está también su primo Pepe Oneto, el periodista, hartito hasta su muerte de pregonar La Isla a los cuatro vientos, de llevarla con categoría a todos los foros habidos y por haber y de apoyar todo lo que oliera a cañaílla. Se murió y adiós. Ni caso. Está José Carlos Fernández, que acumula en su persona una extraordinaria y brillante trayectoria a todos los niveles. Igualmente el Ayuntamiento sabe de la excepcionalidad de este paisano y tiene también en algún cajón perdido de algún oscuro despacho las firmas de muchísimas asociaciones, colectivos y personas de esta ciudad que en su día pidieron ese reconocimiento. Ni caso.
Y les he dado vueltas en mi desquiciada cabeza a los motivos por los que estas tres personalidades insignes de La Isla han sido ignoradas.
En un principio pensé que, quizás si se hubieran muerto prontito tanto Pepe Revuelta como José Carlos Fernández, el Ayuntamiento ya hubiera propuesto sus nombramientos, porque aquí como no sea muriéndose no se acuerdan de uno. Sin embargo se murió Pepe Oneto y la cosa no funcionó, aunque desde aquí quiero animar a ambos a que se mueran prontito, a ver si hay suerte y se les echa tanto de menos que alguien en algún rincón del Ayuntamiento cae en la cuenta del error de no haberles reconocido en vida lo que les siguen negando injustamente. También pudiera ser que se estén buscando votos fáciles para las elecciones. Incluso pudiera ser que no estén en la onda política de los que mandan, que, dicho sea de paso, dentro de unos años pasarán desapercibidos en la vida de esta ilustre Isla de León.
Ser Hijo Predilecto no es título para irlo regalando por ahí, sino que es la máxima distinción de que dispone una ciudad para reconocer los méritos, cualidades y circunstancias singulares de sus hijos más destacados y no debe basarse en la pertenencia a un partido o porque algún paisano caiga en gracia, en desgracia, en simpatía o en antipatía de su respectivo Ayuntamiento, ni mucho menos como juguete para triunfar en unas elecciones. Pero yo sigo dentro. Y ellos fuera.