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Sábado 27/04/2024  

Alcalá la Real

La triste muerte de José María, cuya donación permitirá que dos personas ciegas puedan ver

Su hermana Vicky Pérez Carrillo ha presentado una reclamación en el Chare al considerar que “se ha cometido algún tipo de negligencia”

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  • José María Pérez Carrillo, en una imagen reciente.

José María Pérez Carrillo llevaba aproximadamente un mes con fuertes dolores. Tenía setenta años y era el mayor de diez hermanos. La mayoría de ellos viven fuera, excepto Vicky, que es la que estaba “pendiente de él”, ya que José María no estaba casado ni tenía hijos. Vicky, con lágrimas en los ojos, rememora el largo periplo, con triste final, que a lo largo del último mes ha vivido junto a su hermano. “Desde finales del mes de agosto se quejaba mucho de la espalda, de la columna. Le dolía mucho. También la zona del abdomen, los laterales. Entonces decidimos pedir cita para el médico, pero como tardaba dos o tres semanas, me dijo que así no podía estar, y fuimos a Urgencias. No era muy partidario de ir a médicos, y de hecho había ido pocas veces a lo largo de su vida. Pero en esta ocasión no aguantaba el dolor. Entonces fuimos a Urgencias del Hospital de Alcalá. Le pusieron un goteo para calmarle el dolor, le dijeron que eran dolores de huesos o de espalda. Le pusieron un tratamiento y lo mandaron para casa”.

Pero los días pasaban y José María no sentía ningún alivio. “De hecho comenzó a vomitar y decidimos ir nuevamente a Urgencias, ya que nos habían dado cita para muy largo plazo y él no podía aguantar. En esta ocasión fue atendido por otro médico que le cambió el tratamiento y lo volvió a mandar a casa. Sin embargo, seguía vomitando y volvimos a ir a los tres o cuatro días, y coincidió que estaba el primer médico que lo atendió. Entonces yo le dije que, por favor, por qué no lo mandaban a Granada. Que él no era persona que se quejara, que cuando estaba tan mal debía ser por una razón. Le hicieron una analítica, una radiografía y una ecografía y no le detectaron nada. Le dijeron que estaba todo dentro de lo normal, que simplemente tenía problemas de artrosis en la zona de la espalda, problemas de lumbalgia derivados de haber trabajado mucho en el campo. Lo volvieron a mandar a casa”, asegura Vicky.

“Les insistí mucho. Cada vez que iba les insistía en que, por favor, lo mandaran a Granada, pero me decían que no lo veían conveniente. Incluso una de las veces, uno de los médicos nos dijo: “¿Otra vez aquí, José María? ¿Qué te vamos a hacer?”. Yo volví a insistirles en que lo mandasen a Granada. Que él no se quejaba por placer. Que no se basaran solo en la columna, que le hicieran un TAC, una resonancia”.


“Después de cuatro visitas a Urgencias, le volvieron a cambiar de tratamiento, y nos dijeron que si después de dos días no había mejorado, que nos fuéramos a Granada. Y como no mejoró, pues bajé con mi hermano a Granada, al Hospital de Traumatología, que es lo que me indicaron. Allí le hicieron una radiografía y me dijeron que estaba todo normal. Entonces les dije que ya que estaba allí, por qué no le hacían otras pruebas, por qué no le derivaban a otro especialista. Pero nos dijeron que no y nos mandaron de nuevo para casa, cambiándole de nuevo la medicación”.

“A los dos días, estando en el Centro de Participación Activa, se mareó y se desplomó. Fue una ambulancia a recogerlo y lo llevaron al Chare. Nos pusieron en observación y empezaron a hacerle pruebas, y a la media hora comenzaron a darle unas arcadas muy grandes, y no se podía ni incorporar. Comenzó a vomitar sangre y restos oscuros, y me asusté, porque yo sabía que eso no era normal. Entonces cuando llamé a la médico que nos atendía, no esperó a pruebas y nos dijo que era una hemorragia y que nos íbamos para Granada, porque era algo grave. La propia médico con un ATS vino con nosotros en la ambulancia. Ingresamos sobre las seis en el Virgen de las Nieves. Allí comenzaron a hacerle más pruebas y nos confirmaron que tenía una hemorragia interna, la cual no sabían exactamente dónde tenía su origen. A la mañana siguiente, cuando estaba en observación, antes de meterlo en la UCI, hablé por última vez con mi hermano y me dijo solamente: Vicky, yo me encuentro muy mal, de aquí me voy al cementerio. Después de esto ya todo se complicó mucho. Ingresó en la UCI y me dijeron que le iban a hacer una endoscopia, para determinar dónde estaba el origen de la hemorragia, ya que no dejaba de sangrar. Al hacerle la endoscopia, esto, según me dijo posteriormente el médico, hizo que le reventara una arteria. Me dijeron, también, que toda la medicación que había estado tomando las dos últimas semanas había complicado todo, ya que, por ejemplo tomaba ibuprofeno y no tomaba protectores de estómago”.

“En la UCI intentaron cortarle la hemorragia, pero ya estaba muy mal. Entró en parada cardiorrespiratoria en dos ocasiones. Me dijeron que se había quedado sin sangre, que le habían sacado siete litros del estómago, pero que le habían metido el equivalente a dos cuerpos humanos. Entró en coma y la parada le afectó al cerebro, provocándole daños irreversibles. Su cerebro se había quedado sin oxígeno y estaba en muerte cerebral. Los médicos nos dijeron que ya no tendría ninguna calidad de vida. Tenía doce máquinas conectadas que lo mantenían con vida, ya que tenía todos los órganos dañados: corazón, hígado, pulmones… Entonces, los miembros de la familia decidimos dejarlo descansar, y que lo desconectaran. Duró tan solo diez minutos. Mi hermano estuvo en la UCI cinco días y falleció el día 21 de septiembre”, concluye Vicky, quien, pese al fatal desenlace, quiere mostrar su agradecimiento a los médicos del hospital granadino, “que en todo momento se portaron muy bien con nosotros”.

“Me he sentido muy impotente. Igual todo esto, de todos modos, no se podía evitar y tenía que pasar, pero luché e insistí tanto que me siento muy mal. Antes de que falleciera mi hermano, puse una reclamación aquí, en el Hospital de Alta Resolución, porque creo que ha habido algún tipo de negligencia. ¿Por qué no lo derivaron antes a Granada? ¿Por qué me dijeron que era innecesario? Eso es lo que quiero saber, por qué no me escucharon. Le prometí que él no se iba a morir por un dolor de huesos, que al domingo siguiente se vendría conmigo al campo, como hacíamos siempre, pero no pudo ser”.

Esta historia triste tiene, a pesar de todo, un epílogo hermoso. “Cuando él murió, los médicos me preguntaron si quería donar algún órgano. Yo les pregunté qué órgano iba a donar, si los tenía todos dañados. Entonces me dijeron que había uno que sí se podía donar, y era su cornea. Que con sus corneas dos personas ciegas podrían ver. Entonces, entre mi hermana y yo decidimos que sí, que donaríamos. Les pregunté si podían decirme quienes serían esas dos personas, pero me dijeron que no, que eso no se permite en España, que solo podían confirmarme que serían dos personas de Andalucía. Él era una persona que ayudaba a todo el mundo. Lo daba todo por nada y era muy querido en el centro social. Era muy humilde y no dudaba en ayudar en lo que pudiera. Me queda, al menos, el consuelo de que también, al final, donando sus corneas, ha seguido ayudando incluso después de morir”.

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