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Lo que queda del día

Por respeto a los fallecidos

Un día habrá que imitar 'Fargo':"A petición de los supervivientes hemos cambiado sus nombres. Por respeto a los muertos contamos la historia tal y como sucedió”

  • Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso. -

La nueva temporada de Fargo comienza con la misma advertencia que las anteriores. “Esto es una historia real. A petición de los supervivientes hemos cambiado sus nombres. Por respeto a los muertos contamos la historia tal y como sucedió”. Entiendo que debe llegar el día en que asumamos también ese mismo reto con respecto a la presente crisis sanitaria, económica y política, y en el que, sobre todo, por respeto a los muertos, se pueda contar todo tal y como sucedió.

Es cierto que en el caso de la pandemia no tenemos la exclusividad, y que hay determinadas potencias mundiales que han demostrado su propia ineficacia a la hora de hacer frente a la expansión del virus, incluso de manera más irresponsable que en nuestro país, pero lo ocurrido con la comunidad de Madrid estos últimos días obliga a perder toda esperanza en que las soluciones provengan definitivamente de la política.

Escribía Víctor Lapuente en El País Semanal que “España está atrapada en un círculo vicioso de ciudadanos que desconfían de sus gobernantes y gobernantes que desconfían de sus ciudadanos”, aunque terminaba por culpabilizar a los primeros, por sus expectativas en favor de las autoridades para acabar con el virus, cuando, en realidad, “no pueden, por muy eficientes que sean”.

Hay en su análisis, en cualquier caso, dos palabras que se encuentran en la raíz de la decepción: expectativa y desconfianza. La primera la alimentamos durante el avance del estado de alarma, la segunda nos ha estallado en la cara con esta segunda ola de contagios y con las discrepancias políticas a la hora de afrontar las soluciones al problema, que parecen empujarnos a tener que defender a una u otra parte porque es imprescindible tomar “partido”. Al final ha sido un exfutbolista, Carles Puyol, en una entrevista publicada en El Mundo, el que mejor puede haber definido la situación: “La gente piensa en la gente, pero los políticos en los políticos”.

Juan Sanguino, en un artículo publicado en Icon, va más allá y, en clave humorística, constata que si en vez de un virus nos enfrentáramos a una invasión alienígena tampoco seríamos capaces de aparcar nuestras diferencias “para unirnos en una resistencia común”, e incluso fantasea con que la prioridad de los políticos sería “construir naves para evacuar a los millonarios a Marte”. Recuerdo este detalle mientras veo la semifinal de Rafa Nadal en París y atisbo en algunos planos los palcos ocupados por unos cuantos privilegiados que, sospecho, tienen en común más de cinco cifras en sus cuentas corrientes. El nuevo escenario de la desigualdad comienza en las gradas de Roland Garros. Todos ellos tendrían billete para Marte.

Pero volvamos a Lapuente, que es catedrático en Ciencias Políticas, y con quien se puede estar más o menos de acuerdo. Su conclusión apunta a la reforma de las instituciones y a un cambio de mentalidad colectiva. La suya se suma a las aportaciones de profesionales acreditados de diferentes ámbitos recogidas en un especial que pretende dar respuestas a los retos de España ante la pandemia para reinventarse como país. Todo en un tono tan positivo y conciliador que dan ganas de pedirle al gobierno que monte un comité de sabios con todos ellos, puesto que no sabemos nada del que le asesora en estos momentos, ni si entre ellos se encuentran los gurús que contrata el Banco Sabadell para sus anuncios. El mayor mérito del último ha sido contar con un empresario andaluz, de éxito, por supuesto, y guapo, como Pedro, Sánchez.

Por ahí ya tienen algo en común, aunque él, como gurú, solo confía en Iván, Redondo, pese a que su última puesta en escena abundara en la imposición de una ficción de país color esperanza -con James Rhodes, músico y buena gente, poniendo la banda sonora a los títulos de crédito- que fue incapaz de hacer frente a un argumento tan potente como el que avanzaban a esa misma hora sobre su cuarto vicepresidente del Gobierno, experto en series y en advertencias -del usted no sabe con quién está hablando al futurible consejo de ministros-. Si va al Supremo, el juez podría empezar por recordarle el chiste del concejal de Cuenca. A falta de verdades solo nos queda fantasear.

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