“No se está creando una opinión pública, sino una emoción pública”. Era la queja de Rosa María Calaf en la segunda jornada del Foro Etnosur, que ha compartido con otra periodista, Griselda Pastor. Ambas han desgranado el título de esta sesión de debate “El mundo está loco, loco, loco….el gran tablero mundial”.
Las periodistas han coincidido en la idea de que no se está favoreciendo una sociedad educada, con formación, porque interesa más contar con poblaciones dormidas y dominadas por las emociones básicas, en las que el miedo las deja acobardadas. Los temores a un atentado, por ejemplo, decía Pastor, permiten que policías armados como en un asalto estén llenando las principales calles y puntos de interés de las ciudades europeas. Supuesto beneficio: la seguridad nacional.
Unas ideas en las que colaboran los medios de comunicación con las noticias y, por supuesto, con el lenguaje. “Se dice que ha estallado una guerra…. Y no es así, las guerras no estallan, aparecen por conflictos concretos encallados en el tiempo. No surge de forma espontánea”, sentenciaba Calaf. Se usan las palabras para favorecer a una causa. “Vendemos las ideas con las mismas técnicas de marketing con las que compramos los productos”, añadía la que ha sido corresponsal de TVE en países como Estados Unidos, Italia o los situados en el Pacífico. Se venden ideas y noticias, concluía, como se venden productos que compramos sin necesidad, estando en una sociedad de consumo como la que vivimos en el día a día.
La falta de memoria ha sido otro de los puntos esbozados. Si las noticias no se sitúan en su contexto, todo parece nuevo, surgido de la nada. Lo que favorece no hilar las causas y consecuencias de lo que pasa en el mundo. Según Calaf se ha consolidado el espectáculo de la política y las líneas de los poderes cada vez están más borrosas. La política se somete a la economía.
Griselda Pastor, corresponsal de la Cadena Ser en Bruselas, ha subrayado que en Europa nos hemos estado creyendo que avanzábamos “hacia lo bueno”. Es decir, hacia la solidaridad, el mundo más justo. Pero el brexit ha demostrado que “llevamos el camino contrario”. Todo acompasado por unos gobiernos de los estados miembros que no tienen control sobre las decisiones europeas. Lo que sugiere es que exista, realmente, el control de los parlamentos nacionales, porque ahora no discuten los grupos parlamentarios qué postura sobre un tema se lleva a Europa. Lo decide el Gobierno, que “explica”, a posteriori, en un pleno, lo que se ha decidido ya previamente en Bruselas.
Las periodistas han sugerido que, como sociedad exigente, se sea crítico con los medios de comunicación, reclamando que no sean “tóxicos”, pero sin caer en la trampa de generalizar y denostar porque eso llevaría a que dejasen de existir, “cuando realmente la sociedad los necesita”. Una sociedad crítica sería realmente una sociedad informada “y no una sociedad entretenida”, remachaba Calaf.