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CinemaScope

‘Testigos’: recursos inhumanos

Entre el noir francés, el polar y el cine de denuncia, con una factura impecable, un clima de inquietante tensión y una puesta en escena elegante y lujosa

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‘La mecánica de la sombra’ es, traducido literalmente, el título original de este thriller político franco-belga de 88 minutos de metraje, dirigido y coescrito, junto a Yann Gozlan, por Thomas Kruithof. Su espléndida fotografía se debe a Alex Lamarque y su banda sonora, potente, reiterativa y angustiosa, tan adecuada a la trama, la firma Grégoire Auger.

Su notable reparto lo forman el excelente François Cluzet, sobre todos los demás, una desvaída en cuanto a personalidad, y desvalida, Alba Rohrwacher, un perverso Denis Podalydés, un brutal Simon Abkarian y un ambiguo Sami Bouajila.

Narra el itinerario de un hombre de mediana edad, contable de una empresa que lo oprime hasta la extenuación, y que le lleva al límite, despidiéndole. Dos años después, está luchando contra su adicción al alcohol y en paro, pues no tiene respaldo, ni las referencias adecuadas a las exigencias del mercado. En esta tesitura, es contactado por un personaje enigmático que, en unas condiciones laborales muy estrictas, le contrata para transcribir escuchas ilegales. Y…

Entre el noir francés, el polar y el cine de denuncia, con una factura impecable, un clima de inquietante tensión y una puesta en escena elegante y lujosa, aunque sombría, sabe conjugar hábilmente la oscuridad, el desasosiego y los giros del guión, bastante tramposos, todo hay que decirlo. O, si se quiere, inteligentemente engañosos.

Porque quien esto firma distingue entre una notable primera parte, en la que se describen los recursos inhumanos de las empresas en la explotación y el control inicuos de sus trabajadores. Una explotación propiciada por el liberalismo salvaje y por esa estafa llamada crisis. Desde la más evidente de la primera hasta la más secreta y enigmática de la segunda. Ambas, obviamente, conectadas con la política, aunque la última esté más en primer plano.

Y sí, acierta de lleno en su descripción de esos asuntos tenebrosos en los que el protagonista se sumerge en un entorno tan contradictorio como aséptico, en el que es vigilado hasta en sus menores movimientos. En el que se convierte en uno con los instrumentos eficaces, pero rudimentarios, de cintas, cascos y máquinas de escribir.

Pero cuando tales voces y tales personajes cobran vida, desde las cloacas del espionaje y del Estado, se nos revela una trama bastante cogida por los pelos, llena de golpes de efecto, si bien que algunos más que ingeniosos, y decididamente inverosímil… ¡ese final!

En cualquier caso, deben verla.

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