La primavera llegará. No se sabe cuando pero llegará. De hecho, el tradicional Día del Marmota americano consiste en que el 2 de febrero todo el pueblo mira qué hace el roedor al salir de su hibernación, y según se esconda o salga afuera, la primavera se anticipará o se retrasará. González Santos, en su particular adaptación gaditana del Día de la Marmota, lleva 11 meses, día sí día también, anunciado la primavera. Pero donde primero ha llegado la estación de las flores es a los husillos e imbornales de la ciudad, que lucen ahora casi igual de exuberantes que esos macetones de la Plaza San Juan de Dios que –según González- antes servían para esconder las miserias de Cádiz y ahora deben ser algo así como elementos de empoderamiento vegetal. A saber.
Porque si hay una cosa que González Santos ha conservado de sus discursos de megáfono y círculos es su capacidad para mentir sin rubor alguno. Otra su lírica metáfora climática de la lluvia y la primavera, quizás influenciado por su renovable asesor. Para González Santos, que Cádiz desde 1995 haya confiado en Teófila Martínez durante 20 años, incluida la convocatoria que él perdió el año pasado, es el resultado de un supuesto suicidio colectivo de todos los gaditanos que quisieron experimentar durante dos décadas la oscuridad y la tiniebla a la espera del iluminado mesías.
Los 33 mil gaditanos que votaron al PP en 2011, todos ellos accionistas del IBEX 35, o los 41 mil de 1999, integrantes de la lista Forbes de los hombres más ricos del planeta, no tendrán días suficientes para expiar sus culpas ante el portador de la primavera, nueva deidad laica, por tanto gaditano estigmatizado. En penitencia –que paradoja- deberían pasar todos ellos frente al nuevo santo pidiendo perdón por la residencia de mayores de Loreto, por las 2.500 viviendas construidas, por la guardería municipal, por los desahucios parados sin megáfono, por quitar de los barrios más marginados la barrera del tren y unirlos con el resto de la ciudad, por la guardería de astilleros y por algún que otro pecadillo más.
Esos 40 mil gaditanos de la oscuridad y el invierno no eran pueblo. Ni lo eran ni lo son para González Santos. Ahora ya no hace falta contar votos ni adhesiones: “Escuchen al pueblo, que está hablando trasmutado en mí. Háganse a un lado ustedes, los 22 mil que les votaron, los 11 mil que votaron al PSOE, los de Ciudadanos… Déjenme hacer”.
Este es el nuevo tiempo anunciado: si eres funcionario municipal y no te gusta el morado, relevado. Si eres periodista y ni tus páginas ni tus redes repican el mantra podemita, a la caverna. Si eres concejal y no levantas la mano ante la marea del odio, a galeras: tú no eres pueblo. El pueblo soy yo. Escuchadlo. Escuchadme. Y si es calladito, mejor.