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Francisco Parra, el currante más veterano de España

Es el trabajador que más años tiene cotizados en la Seguridad Social de toda España: casi 70. A sus 85 años sigue levantándose todos los días a las 7 de la mañana: “El trabajo es mi vida”

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  • Francisco Parra -

Tiene algo de esa dignidad  en las formas que ya no se estila, de una pulcra educación añeja que define a los hombres de otro tiempo: “gracias, señorita, por interesarse usted en mí. Pero yo lo único que he hecho ha sido trabajar toda la vida”. Para Francisco Parra no hay mérito en lo que hace, ha hecho y parece que seguirá haciendo, porque no piensa en jubilarse porque “el trabajo es mi vida”.
Francisco tiene hoy 85 años y empezó a trabajar con 17 en las Bodegas del Grupo Caballero de El Puerto de Santa María en la cadena de embotellado: “entonces el proceso no era mecanizado como ahora”. Vivió la entrada de la tecnología en el proceso productivo, y entonces ascendió en la empresa. Pasó de peón a ordenanza, y de ahí a la oficina, donde hoy sigue trabajando “dando el visto bueno a albaranes y comprobando facturación”. No solo es el miembro más veterano de la plantilla de la empresa (y también el trabajador cotizante más longevo de toda España), sino que también es el compañero más respetado. Su opinión cuenta siempre. Suele tener la última palabra, y los asuntos esperan en la mesa de Francisco a que el llegue cada mañana a dar su conformidad.
“Me levanto todos los días a las 7 de la mañana para ir a la Bodega”, afirma con una rotundidad pasmosa. Aunque con ganas incombustibles, es ya consciente de su edad y “trabajo a jornada reducida, pero sigo cotizando  en la Seguridad Social”. Parece que hasta le sorprende que siempre le pregunten lo mismo, pero llevarse casi  70 años de una vida trabajando “sin faltar nunca”, como él mismo dice muy orgulloso, cuanto menos tiene que agotar: “si estuviera cansado no seguiría haciéndolo”. Pero la verdad es que todas las horas que ha echado a lo largo de sus cerca de 70 años de vida laboral las ha pasado viendo de cerca uno de los fenómenos más misteriosos y hasta místicos de esta tierra: el nacimiento del vino, elixir milenario.


Lo respetan, a pesar de que el valor de la experiencia parece ya un activo denostado cuando es costumbre imperante en la cultura empresarial desechar al trabajador que sobrepasa las cincuentena, porque es viejo para el mercado laboral post crisis.La voz de su experiencia sigue siendo en las Bodegas del Grupo Caballero un valor intangible e impagable al que no están dispuestos a renunciar.
Esta última semana le ha traído la anécdota de convertirse en leyenda viva, aunque efímera, como lo son todas las cosas que ocupan los periódicos. No parece molestarle haber ocupado esas páginas de varieté en las que lo mismo cabe el último fenómeno viral de las redes sociales que su historia: la del hombre con más años cotizados en la Seguridad Social de toda España, una gesta nada asumible en los tiempos que corren, donde la edad media a la que la población activa accede a un trabajo estable está en torno a los 30 años, según datos del Observatorio de la Emancipación, del Consejo de la Juventud de España. Una edad muy alejada a la de Francisco cuando comenzó a trabajar.
Para llegar a igualarle, una persona que empiece a cotizar a los 25 años, tendría que trabajar hasta los 95 años, contando con que viva para conseguirlo. “Señorita, pero esto no es de ahora, soy el trabajador más antiguo desde hace tiempo”, espeta Francisco, como queriendo reivindicar que ha mantenido esta victoria en silencio hasta que la prensa ha decidido volver sus focos hacia su historia, tal vez por llegar a la redonda cifra de los 70 años trabajados.
Ya sea ahora o hace un tiempo, el listón está alto: ningún trabajador, además de Francisco, ha conseguido su récord y probablemente no se vuelva a batir esa cifra, habida cuenta de los altos índices de paro juvenil con los que cuenta nuestro país, pero en especial la provincia de Cádiz.
La actividad llama a la actividad, una suerte de mantra que parece estar detrás del ánimo inagotable de Francisco, porque habiendo pasado ya la barrera de los 80, edad a la que la inmensa mayoría de los mortales empiezan a preparar la apacible retirada, no se conforma tan solo con trabajar.
Su agenda no tiene nada que envidiar a la de cualquier joven, porque alterna las mañanas en la bodega con las tardes de vida social. Es hasta difícil lograr que se ponga al teléfono, porque cuando no está en la oficina, está en el hogar del pensionista (al que no acude, por cierto, en condición de jubilado), y cuando no, sencillamente, está haciendo cosas. La cuestión parece ser no dejar un minuto de reloj varado. Lo lleva haciendo casi 70 años. Lo hizo ayer. Lo ha hecho hoy. Lo hará mañana. Y lo seguirá haciendo hasta que la fuerza y las ganas dejen de asistirle, puntuales cada mañana, a las 7 de la mañana, cuando suena su despertador para dar comienzo al ciclo infinito de sus minutos, de sus años llenos de vida.

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