El tiempo en: El Puerto
Miércoles 26/06/2024  

Sevilla

Recuerdo de los zapateros remendones de corrales

Los zapateros, generalmente vinculados al anarquismo humanista anterior a la fundación de la CNT [1910], sabían leer y escribir, no jugaban ni fumaban, eran abstemios y honrados a carta cabal y ejemplos de padres de familia...

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
  • Fotografía de Juan Barrera -

Los zapateros de los corrales estaban vinculados al anarquismo y fueron protagonistas claves de la cultura y convivencia vecinal. Los zapateros, sabían leer y escribir, no jugaban ni fumaban, eran abstemios y honrados a carta cabal y ejemplos de padres de familia. Leían en voz alta los periódicos y los comentaban, suscitándose a veces polémicos debates. Los zapateros eran personas muy respetadas por sus convecinos. Ellos enseñaban a leer y escribir a los niños del corral que no podían ir a la escuela, y a sus padres por las noches, después de las agotadoras jornadas de trabajo; también defendían a los niños y a sus madres de las iras de los padres y maridos borrachos.

Los zapateros, generalmente vinculados al anarquismo humanista anterior a la fundación de la CNT [1910], sabían leer y escribir, no jugaban ni fumaban, eran abstemios y honrados a carta cabal y ejemplos de padres de familia. Los zapateros remendones instalaban su banquilla en los zaguanes de los corrales de vecinos o en un rincón del patio cerca de la entrada; en plena calle, en los recodos de las esquinas para resguardarse del frío, o en pequeñas accesorias de dos habitaciones, sin más luz natural que la que podía entrar por la puerta de entrada.

Estos artesanos constituían la base cultural y social de los corrales de vecinos e incluso de la calle, en un tiempo de altísimas tasas de analfabetismo. Ellos leían a sus convecinos las cartas recibidas y escribían las remitidas, participando de las intimidades familiares y de los novios. Leían en voz alta los periódicos y los comentaban, suscitándose a veces polémicos debates. La fórmula era muy sencilla: entre todos los asistentes a la reunión se pagaban uno o varios diarios, que eran leídos en voz alta por el zapatero al grupo de personas iletradas que se agolpaba junto a la banquilla, con los que establecía un coloquio sobre las noticias más destacadas.

Los zapateros eran personas muy respetadas por sus convecinos. Ellos enseñaban a leer y escribir a los niños del corral que no podían ir a la escuela, y a sus padres por las noches, después de las agotadoras jornadas de trabajo; también defendían a los niños y a sus madres de las iras de los padres y maridos borrachos; ponían paz en las trifulcas femeninas, organizaban la recogida de limosnas para los entierros, mediaban entre los vecinos morosos y las caseras exigentes, pedían alimentos para los vecinos sin dinero para comer... Por todo ello, la autoridad moral de los zapateros era indiscutible.
A veces se reunían varios zapateros de la calle o del barrio, para ir a rescatar de las tabernas a algunos maridos que estaban gastándose la paga en vino, mientras la mujer y los hijos lloraban en el corral. Bastaba la sola presencia de la curiosa patrulla en la puerta de la taberna, para que el individuo se levantara de la mesa o se apartara del mostrador y enfilara el camino a su casa...  sin rechistar.
La implantación de la CNT modificó  los comportamientos de los zapateros, sobre todo durante el "Trienio bolchevique" [1917-1920]. Desde entonces y sin alterar los cometidos antes descritos, que siempre practicaron a rajatabla, añadieron actividades sindicalistas como la organización de grupos de acción en las huelgas o de información y correos. En los barrios del "Moscú sevillano", en San Bernardo y en Triana, los zapateros fueron las células primarias que vertebraron las actuaciones obreras durante la Dictadura de Miguel Primo de Rivera y la II República.

Con la mejora del nivel de vida, los zapateros remendones fueron perdiendo clientela, al mismo tiempo que cedieron algunas de sus funciones a las nuevas técnicas de arreglos del calzado. También los corrales, hábitat básico de los zapateros, fueron dejando sitio a los pisos sociales. Ya sólo queda de estos artesanos el recuerdo entrañable de sus comportamientos humanitarios y serviciales.
La primera estampa que acompañamos corresponde al corral del Agua que estaba en la calle Céspedes, número 13, propiedad de Francisco Abascal. Y el zapatero se llamaba José Saceda, maestro de la Casa Chico Gangas, que estaba en la calle Sierpes, frente al actual Círculo de Labradores. El niño que aparece sentado junto a la banquilla, era José María de la Vega Rodríguez, que fue oficial zapatero con solo 16 años, padre de Francisco de la Vega Cabañas, oficial jubilado de la Policía Local.  

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN