Más de un millar de sirios, gran parte niños, esperan en Nador a que las autoridades marroquíes les dejen llegar hasta la oficina de asilo de la frontera española de Beni Enzar, en Melilla, cuyo acceso les ha sido restringido de unos meses a esta parte, reduciendo el volumen mensual de peticiones de protección internacional que se registran en estas instalaciones creadas ad hoc.
Así lo denuncia Save The Children, que ha pasado unos días en la zona para evaluar la situación de la infancia en este contexto de crisis humanitaria y que ha llegado a la conclusión de que "no se están reforzando lo suficiente las medidas para proteger a los niños, grandes afectados", ni después de cruzar la frontera ni antes de hacerlo.
"No sabemos por qué esto es así, pero la realidad es que hay muchas personas. Nosotros hemos visto más de un millar en la frontera, muchos de ellos niños, esperando a pasar y hemos visto también que los servicios de recepción, entre ellos el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), están saturados", explica en declaraciones a Europa Press la directora de Sensibilización y Políticas de Infancia de la organización, Ana Sastre.
La situación, de la que vienen alertando organizaciones locales como Prodein, no es nueva. Desde que en septiembre del año pasado comenzase a funcionar la oficina de asilo de la frontera de Melilla, las solicitudes de protección internacional fueron en aumento hasta alcanzar el pico más alto este mes de abril, con 800 peticiones registradas. Aquel mes, el 80% de todos los extranjeros que entraron irregularmente en la ciudad autónoma pidieron asilo.
Sin embargo, según los datos oficiales consultados por Europa Press, un mes después la tendencia cambió. En mayo las solicitudes se habían reducido casi a la mitad y desde entonces, se mantienen entre las 400 y las 500 peticiones mensuales, aunque los refugiados, en su huída, siguen llegando a Marruecos pasando por Argelia.
Desde el ACNUR, que ha desplegado un equipo permanente en la zona para asistir a las autoridades en las oficinas de asilo en la identificación de personas en necesidad de protección internacional, explican que son cada vez más numerosos los testimonios de los sirios que no pueden cruzar libremente la frontera y que están recurriendo a 'pasadores' o redes que les cobran por ayudarles a llegar al otro lado.
Esto complica la situación a las familias sirias, que tras miles de kilómetros recorridos, cientos o miles de euros empleados para lograr superar cada frontera, han agotado sus reservas cuando llegan a Nador. "Una familia media son de cuatro a seis personas. Eso significa tener que pagar igual seis mil euros para poder pasar", añade la representante de Save The Children.
El resultado, "muchos niños durmiendo en la calle en Nador" o "familias que consiguen sólo un poco de dinero y pasa el niño solo". "Fuimos testigos de cómo una niña de cuatro años llegó al CETI sola, bueno, la depositó alguien allí, alguien que igual había cobrado de 700 a 1.000 euros por ello. Llegó la niña llorando. Su madre, que había pasado por la mañana, la estaba esperando allí", denuncia Sastre.
En el Alto Comisionado explican que "desde hace unos meses los refugiados sirios que llegan a Melilla relatan las dificultades que han tenido para llegar al puesto fronterizo español y pedir asilo". "En ACNUR abogamos por salvaguardar el acceso libre y seguro al territorio y al procedimiento de asilo para aquellas personas que estén en necesidad de protección internacional, sean sirios o de cualquier nacionalidad" añaden.
Sastre incide en la gravedad de "exponer a los niños a estas situaciones". A veces llegan solos a la frontera y allí dicen si tienen algún familiar en el CETI. Si son algo mayores, entran solos y pasan al Centro de Menores, donde esperan a que sus padres consigan cruzar y les reclamen. Hay otros casos en que los niños son transportados ocultos, poniendo en riesgo sus vidas. Metidos en bolsas. En carritos de la compra. En los bajos de un motor.
"Mientras no se haga nada, todos somos cómplices de la vulneración de los derechos de esos niños", denuncia Sastre. Afirma que es una cuestión de voluntad política porque si bien "individualmente no se puede hacer nada, a nivel de Gobierno sí", y este caso, el de España "lo está viendo como lo están viendo sus policías en la frontera" o lo vieron los trabajadores de Save The Children, los de Prodein que lo denunciaron en redes sociales o los de ACNUR.
La organización pide que se abra el consulado de España en Nador para que los sirios puedan documentarse y así cruzar sin impedimentos la frontera de Marruecos, que se expidan visados humanitarios y que en definitiva, se garanticen vías de acceso legal y seguro a territorio para quienes huyen de la guerra y la persecución, pero no solo.
FAMILIAS ROTAS EN EL CETI
"Hay que tener en cuenta que los que llegan a nuestros puestos de recepción son niños, son supervulnerables a estos viajes y necesitan una protección adecuada, cosa que no se está aplicando", afirma.
Reclama medidas urgentes para los niños que entran en Melilla, donde se encuentran con un CETI construido para 480 en el que viven 1.700 personas. Son un tercio de la población total y lo primero que afrontan, conforme explica Sastre, es la ruptura de su familia: los menores de 13 años duermen con sus madres y los mayores de esa edad pasan al módulo de hombres. Padres y madres no conviven dentro.
"Hemos visto muchas situaciones, como la de un niño de 12 años que dormía a la intemperie en el CETI porque por su cultura, era demasiado mayor para dormir con su madre y demasiado pequeño para el módulo de hombres", explica, como ejemplo de las carencias en el trato especializado que necesitan los menores.
Save The Children echa en falta otras cosas, como "una serie de cautelas de prevención de abusos" indispensable cuando hay tanta población infantil, o "espacios suficientes" para aprender y desarrollarse. Reciben "una hora de refuerzo en el centro" y sólo hay un psicólogo para los 1.700 habitantes que son, cuando se trata de niños que "llegan con una mochila muy importante y trabajar con ellos es muy importante".
"Necesitan que se trabaje con ellos habilidades sociales y de desarrollo emocional. Hay niños muy fuertes. Hay niños que sonríen, pero eso no significa que no les tengamos que ayudar a entender la situación, a explicarse lo que han vivido", afirma.
Tras esta primera evaluación, la organización analiza cómo ponerse al servicio del CETI para ayudar. En las próximas semanas explorará las posibilidades de intervención de acuerdo a las necesidades que han detectado. Esperan trabajar con sus propios medios colaborando con el trabajo que ya se está haciendo, conforme explica Sastre.