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España

Ni G8 ni G48

G8, G20, G48 o G134. No se trata del número de países que asistan finalmente a esa delicada cumbre

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G8, G20, G48 o G134. No se trata del número de países que asistan finalmente a esa delicada cumbre. Se trata de que ni con muchos ni con pocos ni con vaselina admitirán en ella a nuestro esforzado Zapatero. Porque a nuestro incapaz no lo quieren en ninguna parte, lo desprecian, lo desairan. Por inútil, por irresponsable, por desvergonzado y por inmaduro, lo rechazan y no quieren arriesgarse a que entre en el paquete y les monte otro de sus groseros numeritos, tan desagradables.

Decir que España tiene el sistema financiero más fuerte del mundo en un foro internacional; sentarse al paso de la enseña de un país presente (acostumbrado a quemar la del suyo); dar paso en la palabra a un desalmado que la va a usar para insultar a todo Occidente; y otras finezas cuyo cuento es inacabable, en predios propios y ajenos… ¿Cómo puede llegar a creer que se le va a admitir en otra nueva cumbre en la que se tratará, precisamente, de cuestiones financieras en las que cree que esta España rota, destrozada, pobre, desbancada es el adalid en esas cuestiones? Es un irresponsable, carece de cualquier asomo de pundonor y de prudencia; y encima cree que tiene derechos en ese campo al que tanto ha ofendido. Y es tan osado en su ineptitud, que se atreve a cantar a voz en grito (en do sostenido mayor)  que se trata de un error que él puede solventar y que será finalmente invitado. Y le hacen coro todos los de su cuadrilla de vocingleros y repiten en una sinfonía discorde hasta la asfixia que van a conversar con Bush, con Sarkozy, con la Merkel y les van a llamar la atención por su despiste. ¡Qué no, pobres indigentes intelectuales! Que no es despiste. Es, sencillamente la respuesta debida a sus torpes hazañas.

Me pregunto: ¿Es que no se podría introducir un algo en nuestra legislación que nos permita pedir responsabilidades a la clase política, en especial a la que gobierna, cuando comete errores o desmanes que afectan a todos y que todos hemos de pagar? Nuestro Zapatero prodigioso es como un niño malcriado y llorón, que llora porque se ha hecho pis cuando ya se lo ha hecho y porque se siente incómodo, húmedo en sus propios orines y pide amparo a los mismos a los que ha ofendido; ignora que el que defeca en predio ajeno ha de tener agallones para aguantar como un hombre las consecuencias cuando se descubre su fechoría; y que no vale limosnear asilo cuando toca pagar las culpas de sus pecados. Y lo de pedir limosna, ¿no le parece humillar la cerviz hasta los suelos? Puso Cervantes en boca de don Alonso Quijano el Bueno: “Donde quiera que yo esté, allí está la cabecera”. Y así es, en verdad. España nunca ha pordioseado nada y siempre le ha correspondido puesto de honor en todo. Si el G es de ocho, allí ha de estar España; si fuere de dos, uno de los dos, sería España. Y si pide y se humilla el presidente, lo hace en nombre de toda España. Cuando no nos inviten, demos la callada por respuesta, la frente alta, la mirada altiva y despreciémosles, que ese ha sido de siempre nuestro estilo.

Desde luego que no será Pepiño Blanco (otro indigente sin remedio) quien consiga que sequen el pis de su señor, por mucho que mendigue y proteste; y cuando piden auxilio a Sarkozy, parece que les extraña que éste se dé la vuelta y los desprecie ignorándolos.

Su jefe y señor, Zapatitos ZP es eso: un niño mal criado, mendicante cerebral que tiene la obtusa convicción de que ha llegado a una cumbre que a él se le antoja la del mundo. Es la torpeza de los que alcanzan sitiales para los que carecen de méritos que les autoricen. Eso sí: la tierra tiende al barro; y él se codea con lo peor de la Tierra. El Gorila Rojo, que produce una nueva entidad de la vergüenza, la vergüenza zoológica; el desastre Evo, que ha conducido a su país a una guerra incivil sin saber ni lo que es una guerra ni lo que es incivil; el Tirano Banderas (el barbudo y caduco Fidel, de larga historia indecente y mendaz); el matrimonio Kirchner, que ha logrado el prodigio fenomenal de arruinar sin remedio al país más rico en productos de la Tierra; que alaba y venera en su tumba a los que más han dañado en vida a España, como el criminal genocida (sin el marchamo de Garzón) Stalin; que pide consejo al Doctor Terroris Causa, el sabio y venerable don Santiago, hijo adoptivo por cuenta propia, del tal Stalin.

No, despreciable cuadrilla sociata que aupáis a vuestro ídolo de barro en un Castell que en pirámide perfectamente clasificada aúpa a don José Luis hasta el tercer piso para que éste, feliz, bracee y balbucee dichoso en el nimbo de su gloria, aunque nunca llegará ni a sospechar ni a avistar que existe un cuarto, un quinto y hasta un vigésimo piso: no habéis de conocer la exótica dicha de ver entre los mandilones del G8 a vuestro querido presidente; pero es que tampoco en el G20; ni aunque fuese el G48; ni aún si lo ampliaran a G134. Que se quede sentadito mientras que pasan banderas, recordando con nostalgia los tiempos revoltosos de juventud en que quemaba y ofendía a la suya propia. Que fomente con pasión sus amistades famosas con ladrones, filibusteros, tiranos de vía estrecha y momias patéticas.
¿O es que no veis a dónde puede llevarnos votar a un insurgente sedicioso cuya cabeza no sirve ni para asentar un sombrero?

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