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San Fernando

“Cualquier día se dará la noticia de que me han secuestrado las mafias”

Padre Patera: "Paseamos con los cristos en la Semana Santa y somos muy fervorosos, y tenemos delante al cristo viviente del que pasamos olímpicamente".

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Cuarenta y seis años trabajando por los demás, cofundador del instituto religioso de los Franciscanos de la Cruz Blanca, junto a Isidoro Lezcano, dependiente del Obispado de Cádiz-Ceuta. Fue precisamente en esta ciudad donde recibió el hábito franciscano de manos del que fuera arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo.

Los Franciscanos de la Cruz Blanca son un instituto de derecho diocesano -no son sacerdotes- y poseen una casa en Algeciras donde acogen a parados  sin recursos, polizones, inmigrantes irregulares y especialmente a madres subsaharianas que han cruzado el Estrecho.

De ser perseguido por incumplir la Ley de Extranjería, hoy en día son una de las organizaciones más condecoradas y tienen en su haber la Medalla de Oro de Algeciras, premio de los sindicatos policiales, Medalla al Mérito de la Guardia Civil con distintivo blanco, entre otros, y ahora van a recibir otro premio de las víctimas del terrorismo de la Guardia Civil.

—Lo normal de una persona pobre que sale de su pueblo es que no quiera seguir siendo pobre y busque un destino mejor.
—Yo nací pobre, soy pobre y seguiré siendo pobre. ¿Por qué comprendo yo a las personas que vienen a nuestra casa? Porque yo fui pobre. No me da vergüenza ninguna, y no es por humildad, decir que estuve andando descalzo, sin zapatos. Éramos seis hermanos, pero tuve la suerte de conocer a un sacerdote que fue el que me compró muchísimas alpargatas de esparto y no me da vergüenza. Seis hermanos, en los años cincuenta y tantos, mi padre trabajando a quinientos metros bajo tierra en la mina… ¿cómo no voy a comprender a estas personas que vienen a mi puerta. Y soy una persona normal y corriente.

—Pero una persona normal, cuando ha pasado por lo que usted pasó, tienden a buscar una vida mejor, a no pasar más miseria.
—Pues Dios quiso que yo ahora ayude a las personas que viven en la miseria. Yo lo único que sé es que intento vivir el Evangelio. Tuve hambre, tuve sed, estuve desnudo… Dios me va a pedir cuentas cuando yo me presente cara a cara y Él y me diga “Isidoro, un día te pedí un vaso de agua y me lo diste a regañadientes”. Paseamos con los cristos en la Semana Santa y somos muy fervorosos, y tenemos delante al cristo viviente del que pasamos olímpicamente. Ahí está Dios y pregunta por qué no le hemos echado una mano al que está en la calle, por qué no le hemos dado lo que necesitaba. Esas personas que están pasando frío son cristos que están pasando frío y nosotros pasamos de ellos. Dios me abrió la mente cuando era un poquitín mayor después de pasar muchas calamidades y hoy sigo ayudando a esas personas. Dios me puso en la mano a la emigración, pero yo estoy haciendo el bien o intentando hacer el bien y vivir el Evangelio del amor desde el año 1967.

—La emigración ha sido una cosa circunstancial. Al venir al Estrecho lo normal es que se encuentre.
—Cuando hubo esa masificación tan grande. Yo siempre digo que las Fuerzas de Seguridad tienen su corazón. No sólo ponen multas, cuando pasa algo llamamos a las Fuerzas de Seguridad. Pues cuando cogieron a tantísimas mujeres embarazadas y a esos niños que solamente traían el pañal, ¿a dónde los iban a llevar, si allí no tenían sitio para que no estuvieran con tantísimos hombres? Pues las llevaron a la Cruz Blanca. Todavía no me llamaban Padre Patera. Tenía un albergue,  tuve que dejarlo un poquitín y meter a esas mujeres.

—Esa avalancha cogió desprevenidas a las autoridades.
—No tenían nada. Hoy tienen su centro, que es muy polémico, pero no me meto  yo en eso. Yo lo que hago es lo que dice el Evangelio. “Fui forastero y tú me abriste tu puerta de par en par”. No sabía su lengua, una cosa imprescindible, tenían otras costumbres, otra religión, otro folclore…veinte mil cosas y yo tuve que abrir las puertas de par en par.

—También tuvo que enfrentarse con la Justicia por su forma indiscriminada de atender a los inmigrantes. Algo que a veces contravenía la Ley de Extranjería.
—Yo no soy abogado. No sabía si iba a favor o en contra de la Ley. No sabía absolutamente nada, pero antes que nada, Dios es misericordioso. Si lo estaba ayudando a Él, que llama a la puerta… Pero muchas veces nos las traían las mismas Fuerzas de Seguridad porque no tenían sitio.

—Lo que sabía es que tenía que hacerlo.
—Tenía que hacerlo y con mucho cariño a esas personas que vienen. Como a otras personas, porque muchas veces me acusan de que sólo atiendo a inmigrantes. No. Yo me he levantado por la noche a recoger a personas, españolas, que estaban en las calles, que hacía viento, que llovía, mucho frío… y esas personas no se querían meter en el coche patrulla porque era el coche de la Policía y creían que lo iban a llevar a otro sitio. Hablamos del año noventa y tantos e iba yo con mi santo hábito y se levantaban y se veían conmigo.

—Hay personas que son mediáticas porque buscan a los medios, otras que lo son porque los medios las buscan a ellas y usted ha llegado al momento en que nos necesitamos mutuamente, porque para sostener un albergue hace falta dinero.
—Yo nunca he llamado a ningún medio. Al contrario. Pero llamaron a mi puerta los medios de comunicación y si ustedes tienen que dar la noticia, ¿quién soy yo para negarles esa noticia que van a dar? Yo digo más. La fe mueve montañas para el creyente. Para el no creyente las mueven otras cosas, como los hechos. Pero los medios de comunicación mueven corazones. Lo sé por experiencia. Cuando llegaron los primeros inmigrantes yo no tenía nada oficial, pero los medios de comunicación movían corazones. Cada vez que me veía la gente hablaba de mí y me mandaban algo. En el año 2000, cuando fue esta masificación, me llegó una carta en la que solamente ponía “Padre Patera. Algeciras. Cádiz”. No ponía más. Dentro de la carta en una cuartilla doblada venían cinco euros. Para mí que esa mujer dio más que el que da millones, porque dio lo que tenía. Y no solamente eso, sino una letra pobre, que lo mismo ni había ido a la escuela o se la había escrito otra persona, en la que ponía “padre, rezo por usted”. Eso me hizo sentirme más valiente, en el buen sentido…

—Le dio alas.
—Me dio… Hay que ver que esta mujer no me conoce más que a través de los medios y cómo reza por mí. ¡Bendita señora!

—Conocemos cifras de la inmigración pero tiene un trasfondo. Viene teledirigida por las mafias.
—Sí. El día menos pensado está usted dando la noticia de que los mafiosos me han secuestrado. Malditas mafias.

—¿Qué se puede hacer contra eso?
—Lo tienen que hacer los que tienen los poderes. Pero ahora vienen menos, por la crisis, porque ellos ven a través de la televisión, igual que me veían a mí cuando yo cogí a las primeras mujeres, las familias de estas mujeres también las ven a ellas. Tendrían que hacer un video con las muertes que hay en el Estrecho, las fatigas que pasan en el Sahara hasta llegar a Algeciras. Son muchas muertes, no sabemos cuántas muertes hay en este Estrecho, cuántas mujeres embarazadas, cuántos niños pequeños de un mes y dos meses… Tenían que hacer ese video y echarlo por todas las televisiones del mundo para que vean lo que pasan al venir aquí, a Europa. Porque ellos no dicen España, dicen Europa.

—El problema es que la información también está teledirigida por las mafias.
—Ellos lo dirigen todo. Y aquí mismo, en la provincia de Cádiz hay mafias. En Algeciras encontraron una casa en la que había no sé cuántos marroquíes. Los ‘amontonaban’ allí y se los llevaban de noche. Por eso yo creo que no me salto la Ley de Extranjería, porque hago una labor humana, social, que lo haría cualquiera porque hay otras personas que están haciendo más que yo. Pero como dije antes, los medios de comunicación… Pero estamos ahí y creo que el día menos pensado se acabará.

—Se dice que la inmigración viene a quitarles el trabajo a los españoles, incluso cuando eran tiempos de vacas gordas. ¿Ahora, con las vacas flacas, se está acentuando esa corriente?
—Yo creo que no. Pongo un ejemplo y soy analfabeto. Pero a la hora de apañar las aceitunas ¿quién va a recogerlas? ¿Nosotros? Eso era antiguamente, cuando yo me moceaba. Hoy día poquísimos españoles van a la aceituna, por lo que no tienen más remedio que echar mano de esta gente que viene. ¿A la fresa quién va? Van españoles, pero poquísimos.

—Pero quizá aumente un poco el racismo cuando las dificultades son tantas que la gente de aquí tiene que ir a la fresa o a la aceituna.
—El racismo ha existido siempre, pero no tanto. Si la gente fuera racista, no me ayudarían. Podrían decir que muy bueno el Padre Patera, muy cariñoso, pero le está dando de comer a gente que no son españoles.

—A eso me refiero.
—Pero yo tengo las dos cosas. Yo le doy a españoles, franceses, ingleses y cuando tengo dinero para pagar el billete, le pago el billete a Málaga o si no lo desvío al Ayuntamiento de Algeciras que es donde yo estoy. Y lo mismo que ayudo a esas personas que son de mi nacionalidad, ayudo también a estas personas que vienen y no tienen nada, que vienen por esas malditas mafias. Me duele cuando dicen que le han dado una paliza a un moreno. O les quitan las cosas a esos que están con las mantitas ganándose el pan… ¿Qué hay otros que hacen otras cosas y deberían devolverlos a su país? Pues sí, porque ya bastante tenemos nosotros. Pero racistas son la minoría, cuatro exaltados que no tienen otra cosa que hacer y se les mete el demonio dentro.

—Ustedes tienen una serie de hogares que hay que atender, donde la gente come todos los días, hay que pagar la luz… Me supongo que necesitarán la ayuda de las autoridades.
—Pues hasta ahora la Subsecretaría de Inmigración nos ha dado un poquito de dinero y contratamos a una trabajadora social y a un trabajador. Pero ahora hemos echado los papeles  y cambian las cosas, lo hemos hecho mal y nos lo han denegado. Hemos tenido que despedir a la trabajadora social y al  trabajador, dos más al paro. Hemos presentado recurso pero dicen que pasó el plazo. Pero le gente me está ayudando a través de los medios de comunicación. No tenemos nada y tenemos de todo.

—O sea, que no tienen subvenciones de ningún tipo.
—No. Tenemos la fe, que es muy grande.

—De la Junta de Andalucía, tampoco.
—Nunca me dio nada. Solamente una vez una delegada de Servicios Sociales nos visitó y nos dio un poquito, pero luego, lo que nosotros hacíamos con los abuelos no encajaba en los estándares que tienen ellos. Pero nunca me faltó la comida, ni para pagar la luz. El agua y el butano las da el Ayuntamiento de Algeciras. Pero nunca me faltó dinero y yo creo que la fe es todo, pero una fe sin obras es una fe muerta. Fui una vez a Torrelavega a dar una charla en un instituto en la que me hicieron muchas preguntas y muy duras. Al final de todo me viene una chica y me dice que no creía en nada. Yo le dije que no había ido allí a convertir a nadie, sino a explicar lo que yo hago y lo que yo hago lo podía hacer esa chica en un asilo de allí, ayudando. Para eso no hace falta tener fe. Y la respuesta de la chica fue sí creía en lo que le estaba diciendo y que lo haría.

—Usted está en San Fernando para dar una charla en unas jornadas que hay en la parroquia del Buen Pastor y hablará sobre el voluntariado. ¿Es tan fundamental  el voluntariado?
—Sin el voluntariado, ninguna ONG, ni Cáritas, puede funcionar. Porque no tenemos dinero suficiente para pagar tantas nóminas. Yo lo he dicho siempre. El voluntariado es esencial y es lo más bonito. Una persona que esté en su casa y un día está aburrida. ¿Por qué tiene que estar aburrida si puede hacer mucho por los demás, aunque sea una hora? En Cáritas, ahora que hay tantísima crisis. En comedores que hay aquí. Señor mío, no tienen dinero para pagar nóminas, pero sí tienen las puertas abiertas para el voluntariado que hace una labor mejor que yo, porque dejan sus hijos –yo no tengo hijos-, dejan a su mujer- yo no tengo mujer-… dejan a toda la familia por unas horas para dedicarse a esas personas que lo necesitan. Personas como ellos, como los voluntarios, aunque el voluntario tiene de todo y esas personas no tienen de nada. Y es más, el voluntario hace una labor maravillosa escuchando a las personas que se acercan al despacho, porque muchas veces no quieren comida, sino un poquito de atención. A ver qué es lo que trae, a ver qué es lo que dice. La escuchas dos minutos y esa persona va feliz.

—Tiene usted un libro sobre usted, que supongo que será la biografía autorizada. ‘El Padre Patera. Un amor sin fronteras’.
—Sí. Lo ha escrito la periodista de Susana Herrera. Un día se presentó una editorial por allí por si escribía un libro sobre el Padre Patera, y como conocía a Susana porque me había hecho dos entrevistas, se lo dijeron y aceptó. Pero el libro tardó cinco años en salir. Pero es muy ameno,  con  capítulos muy cortitos en los que cuento que anduve descalzo, que anduve con un burro acarreando cántaros de agua a real y anécdotas de cómo empecé en Marruecos, en Ceuta, en Cáceres y un popurrí de todo.

—Los beneficios van a la causa.
—Pues sí, eso es lo bueno. Que no cobre ella nada, eso vale mucho. Y la editorial me da el diez por ciento. Ya me ha dado dos mil y pico de euros. Va por la segunda edición.

—Estoy entrevistando a un hombre que ha sido premiado y publicado por el ‘New York Times’.
—Eso también lo quiso Dios.

—Dios y el ‘New York Times’.
—Pues vino porque decía que yo me estaba saltando la Ley de Extranjería. ¡Mira queeeeé…!

Isidoro Macías, el Padre Patera, se disculpó al final de la entrevista (que aquí está resumida) diciendo que hablaba mucho.
—Como si fuera un cura.
­—(Suelta una carcajada) Algunas veces parezco un político.

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