Las 21 piezas de oro de 24 quilates se componen de dos brazaletes, un collar, dieciséis placas y dos pectorales con forma de piel de toro, fue expuesto por última vez para conmemorar el cincuenta aniversario de su hallazgo, que tuvo lugar en 1958 en el cerro del Carambolo del municipio de Camas, en las inmediaciones de Sevilla, cuando unos albañiles lo encontraron de casualidad mientras hacían unas obras de mantenimiento.
Los restos arqueológicos constituyeron la prueba “material” de que la cultura de los tartesios, de la que “se conocía por la tradición oral griega”, se había asentado en el estuario del río Guadalquivir, según subrayó el consejero de Cultura, Paulino Plata, en la inauguración ayer.Plata indicó que el interés que “despertó” la última exposición al público, que se realizó a finales del 2009 con motivo de los cincuenta años de su descubrimiento, animó a crear una sala específica en el Museo Arqueológico de Sevilla para mostrarlo de forma permanente.
El hallazgo del Carambolo ayudó a investigar la Protohistoria de la Península Ibérica y se expone conjuntamente con los tesoros de Ébora (Cádiz) y de Mairena del Alcor que sirven para contextualizar la civilización tartésica.Las investigaciones desarrolladas entre el 2002 y el 2005 en el cerro de Camas permitieron conocer la existencia de un santuario fenicio, en el que se veneraba a la diosa Astarté, y que está relacionado con los localizados en los municipios sevillanos de Coria del Río y Lebrija, cuyas reproducciones de sus vestigios más emblemáticas, como el Altar fenicio, también se exhiben en la sala.
La directora del museo, Concha San Martín, ha especificado que estas últimas indagaciones aportaron nuevas interpretaciones sobre las piezas del Tesoro del Carambolo que fueron talladas por dos orfebres, uno tartésico y otro fenicio, y ha señalado que las joyas pudieron pertenecer a un sacerdote o bien para adornar animales.Tras permanecer oculto unos 2.700 años, fue guardado en la caja fuerte de un banco de Sevilla y sólo ha “visto la luz” en cinco ocasiones: cuatro de ellas en la capital hispalense (dos durante la Expo’92), más las dos semanas que se trasladó en 1963 al Museo Arqueológico Nacional de Madrid.